miércoles, 10 de junio de 2020

NO PIERDAS EL RASTRO


Foto: J.X.

Después de la palabra.
Después de la elegía y el lamento.
Después de la oración y la plegaria a Nadie, en el bosque de los espíritus.
Después del silencio, se inclinan las flores marchitas de la resignación y crece la “aceptación del dolor”.
La aceptación del dolor por la novia muerta, obligada a dejar abandonada la casa, su casa.
Cuando los espíritus la encontraron en el cementerio marino, la raptaron y se la llevaron a su bosque, al bosque de los espíritus.
Unos instantes después, lo raptaron a él, que andaba vagabundeando por las aceras y atajos del abismo.
Ahora ambos están albergados en el bosque de los espíritus.
Una buena noticia espiritual, dice una voz lejana.
Anuncian los espíritus entendidos, los más viejos del lugar, que, incluso en los infiernos, hay una salida de emergencia para llegar al bosque, y dejar los infiernos atrás. Cuya puerta supo abrir el canto de Orfeo para rescatar a Eurídice (aunque, por impaciencia, vuelve a perderla al mirar hacia atrás para contemplarla), comenta la misma voz lejana.
En cada rincón, un rastro de ausencia. En cada rincón.
Un rastro de ausencia que no conduce a ninguna parte.
No te olvides de nosotros, indica uno de los espíritus.
Cuando pierdas el rastro de la novia muerta, cuando pierdas el rastro, acuérdate del bosque de los espíritus, y de la voz que resuena en el interior de la piedra.


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