Que
no, que no puede ser, nada de indultos: lo de aquí ha sido peor, mucho peor, comparado con las
niñerías del 23-F, con Tejero pistola en mano, o con aquella
chiquillada nacional que fue el golpe de Franco contra la maldita
República, comentan cinco desconocidos en el bar.
Antes
del juicio, antes de la sentencia, ya reclaman el no a un posible
indulto, comenta el periodista en paro.
Eso sería como en aquellos
viejos juicios sumarísimos, cuando ya te fusilaban antes de
juzgarte, apunta el politólogo del barrio.
¡Hombre,
no exageremos, ni escupamos palabras y otras cosas más húmedas!, replica la cuñada del
dentista.
No hubo escupitajo, o en todo caso fue un escupitajo en potencia, que diría un escolástico, apunta el periodista en paro.
No hubo escupitajo, o en todo caso fue un escupitajo en potencia, que diría un escolástico, apunta el periodista en paro.
“¡No
escupir, vale, / ni condenar a galeras / a la ligera!”, rima el
poeta romántico del barrio.
Tiempo
de destrucción, la novela inacabada de Luis Martín-Santos,
autor de la novela Tiempo de silencio, cita la librera del
barrio.
El
hombre y la violencia tropiezan dos y tres y cuatro y muchas más
veces en la misma piedra, apunta la nieta del anarquista.
La sobrina de la peluquera pregunta a los cinco desconocidos si han llegado al bar procedentes de Marte, a bordo de la máquina del tiempo.
La
vidente del barrio se ríe. Amenazas, silbidos, abucheos, que si
pitos y flautas.
La
cuñada del dentista defiende los argumentos contundentes de los
desconocidos, y la vecina taxista la apoya.
Aquellos
chalados en sus locos cacharros, una película divertida, evoca
el poeta romántico.
¡Como
el Autobús del No-Indulto!, exclama el humorista.
La
nieta del anarquista recuerda el ¡No pasarán! de la Pasionaria.
Los
cinco desconocidos silban, abuchean.
La
hermana del informático lee en el móvil: “En otras palabras, aquello que puede salir mal, acaba saliendo mal, como advierte
la Ley de Murphy”.
O
todo lo que va mal, puede ir a peor, añade el politólogo.
La
dueña del bar pide calma y buenos alimentos, que es viernes.
Quiere
decir: Black Friday o Viernes Negro, día sublime de todos los
descuentos, apunta la vidente.
Los
desconocidos salen dando un portazo y gritando no sé qué.
La
hija de la bibliotecaria ha confundido a uno de los desconocidos con
el penúltimo novio belicoso de su madre.
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