domingo, 26 de enero de 2014

CRISTINA PERI ROSSI: LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NACIÓN, VI

Al publicar este texto nos llega la noticia de la muerte del poeta mexicano José Emilio Pacheco.
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LA CONSTRUCCIÓN DE UNA NACIÓN, VI

Frente al contenedor, a las siete de la tarde –tres horas antes
de que los grandes camiones de basura iniciaran la recogida-
la hilera de mendigos crecía, como una mala hierba. Pero era
una hilera silenciosa, ordenada, cabizbaja, sin murmullos. Cada
mendigo ocupaba su lugar sin discutir, sin protestar, sin alzar
la voz. Como el Ayuntamiento de la grande y moderna ciudad
había colocado una fila de contenedores verdes cada uno con
su especialidad –bloques de cemento, plásticos, envases de
vidrio,  cartón y restos de alimentos- la hilera más
numerosa era la de las sobras de comida. Había latas de conservas,
cajas con restos de pizzas, paquetes de fideos, piel de patatas,
bolsas con pistachos difíciles de abrir y yogures con fecha atrasada.
    Cuando llegó su turno, el mendigo –un ingeniero aerodinámico
a quien habían despedido por haber superado los treinta y cinco
años- escogió una lata de mejillones en salsa sin abrir-. Miró la
fecha. Había caducado hacía quince días.
   -Creo que los productos enlatados se conservan en buen estado
hasta tres meses después de su fecha de caducidad- le comentó
al mendigo siguiente de la fila.
  -Depende –respondió el aludido que tenía un doctorado en Ciencias 
Políticas sin usar, porque cuando él se licenció, todos los políticos
seguían en activo, sólo había vacantes cuando uno moría, y eran
extraordinariamente longevos.
  -Los mariscos y los crustáceos son más sensibles al efecto oxidante
de las latas –explicó la mujer que venía detrás en la cola. El mercurio,
por ejemplo, es altamente contaminante y si consideramos que la lata
ha pasado tiempo cerrada, puede producirse una concentración patológica-. La mujer había estado muchos años trabajando en el sector
servicios que cerró cuando el Estado aprobó los últimos Presupuestos,
con la oposición –suave- de la Oposición.
  -Yo abandonaría los mejillones y me quedaría con el resto de la
bolsa de patatas- aconsejó el primer interlocutor, pero hay un inconveniente: no sabemos si el aceite empleado en la fritura es de
colza o de neumáticos. Y si se ingiere aceite de neumáticos puede
producirse una oclusión intestinal. Los ambulatorios están repletos
por la gripe A y una oclusión intestinal es mortal a corto plazo si
no se realiza una intervención quirúrgica inmediata –informó-.
  -¿Pero no nos habían vacunado a todos, incluidos a nosotros,
los mendigos, contra la gripe A?
  -No se fíe completamente de las vacunas –dijo el ingeniero sin
empleo. Este años esa cepa no estaba prevista y creo que nos 
inocularon virus de otra época. Había un excedente, como hay
un excedente de parados. 
 En la cola había un joven de cuarenta años que nunca había
conseguido trabajo pero usaba un Smartphone de última generación
conseguido a cambio de vales de comida en una tienda de chinos.
  -¿Qué quiere decir inocular? –preguntó con la audacia de la juventud.
Me suena a culo.
  -Eso es, eso es hijo mío –respondió la mujer despedida del sector
Servicios. Es pinchar el culo.
  -Eso lo vengo haciendo desde que estoy sin trabajo –o sea, desde
siempre- con codeína líquida. No sabía que evitaba la gripe A, sólo
la uso para llorar un poco todos los días.
  -¿Y por qué llora? –preguntó el ingeniero.
  -Porque no le han dado el Balón de Oro a mi jugador favorito y
estoy muy triste –respondió, mordisqueando el corazón de una manzana
sin pelar que había encontrado en el contenedor.

Cristina Peri Rossi




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