Adriaen Collaert, El martirio de Tárbula (1608)
Muerte y modernidad. Cada época utiliza instrumentos de muerte distintos, modernos para su tiempo. Así lo demuestra la evolución de la historia, la dialéctica de la construcción y la destrucción, comenta en el bar un vecino aficionado a filosofar.
Sí, pero el resultado viene a ser el mismo, responde el pragmático del barrio. Cada época mata con sus máquinas, con sus instrumentos.
Mártires de religiones, mártires de revoluciones, pero al menos los llamados mártires cristianos, vírgenes, santos, etc., no morían matando a los demás, con bombas al cinto, dice la dueña del bar.
Fanáticos de la muerte unos y otros, no de la vida, contesta la hermana de la peluquera.
En la novela "El siglo de las luces", de Alejo Carpentier, vemos que la guillotina es elevada a la categoría de la Gran Máquina, el instrumento de ejecución más celebrado, el más moderno y limpio de su época. Incluso el poeta Lord Byron cuenta en una de sus cartas el espectáculo de la guillotina al que acaba de asistir, invitado por unos amigos, viendo las ejecuciones, dice, desde un lugar privilegiado de la plaza, como estaba de moda en aquel tiempo entre las clases altas, explica la bibliotecaria del barrio.
A sangre fría y espectáculo. Como siempre. Cambian los instrumentos, el modo de ejecutar, pero la sangre siempre tiene el mismo color. En realidad, aún estamos en el circo romano, aunque ahora comamos palomitas y bebamos cerveza delante del espectáculo circense, dice la nieta del anarquista.
Ah, querida, la evolución es la evolución, y los anuncios comerciales, con nuevas tecnologías, con sangre entran!, resume el humorista del barrio.
El suplente del cronista
1 comentario:
Victoria Martinez González: Actualmente es el suicidio inducido.
Mery Sananes: Así es, creemos que alcanzar la edad de los siglos es avanzar hacia una modernidad que sólo trae como novedad nuevas tecnologías y teorías para justificar y continuar los mismos martirios. El hombre, si es que así puede llamarse, no cesa en su afán de encontrar nuevas formas de causar sufrimiento a su semejante o a quien disfraza de su enemigo para poder justificar su terror. Y mientras no logremos detener esa maquinaria feroz, la historia no cambiará. ¿Podremos hacer algo nosotros desde ese barrio? Tal vez sí. Ya es bastante con que en vez de agredirnos seamos capaces de sentarnos en tertulias a dirimir nuestros puntos de vista. Y es mucho tener una pensión que da posada a los transeúntes distráidos o perdidos. Ya es extraordinario que podamos conversar, abrir el pensamiento y nutrir nuestras ideas con las de cada uno que tanto dicen y cantan en neustro espíritu.
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