domingo, 21 de noviembre de 2010

LA CÓLERA DEL CÓLERA, POR LAS MAÑANAS, EN EL BAR

(el mundo.es)
















-No es el amor en los tiempos del cólera, lee en voz alta la peluquera ojeando el periódico del bar.
-Ni es el cólera en los tiempos del amor, comenta el guitarrista del barrio, sino la cólera del cólera en Haití.
-Haití, dice el poeta romántico del barrio, donde toda desgracia es posible y los pájaros caen muertos de los árboles, donde los vivos y los muertos se levantan y andan a manotazos contra los cascos azules y contra los fantasmas del gobierno, contra la vida y contra la muerte.
-No seamos tan metafóricos, responde la nieta (hoy no ha venido la sobrina) del anarquista, no se levantan y andan los vivos y los muertos, sino que se desploman, se arrastran por las calles y mueren los vivos y vuelven a morir los muertos a las puertas de un hospital ambulante.
-Como diría César Vallejo, añade el poeta romántico del barrio.
-O caen en la cola interminable de una tenducha sin medicinas, dice la peluquera al devolver el periódico del bar. Y en Occidente, preocupados por la crisis económica de los ricos y la reducción de gastos en Navidad.
-Vigila que no tengas que cerrar y traspasar la peluquería, dice el aprendiz del lampista, en estos tiempos de la cólera del cólera, sin amor ni medicinas, como diría el poeta.


El suplente del cronista

4 comentarios:

albert tugues dijo...

En demasiados países se vive como en los tiempos de "Los miserables", de Víctor Hugo.
Nos falta un "Yo acuso", como el de Zola contra la injusticia.

Afrancesado

Francesc Cornadó dijo...

Detritus del colonialismo, ahí muestra el capitalismo su rostro más atroz.

Salud y que no nos pase nada.

Francesc Cornadó

albert tugues dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
albert tugues dijo...

Yo Acuso a las oficinas de Guerra por haber hecho en la prensa, particularmente en L'Éclair y en L'Echo de París, una campaña abominable para cubrir su falta, extraviando a la opinión pública.

Y por último: Yo Acuso al primer Consejo de Guerra, por haber condenado a un acusado fundándose en un documento secreto, y al segundo Consejo de Guerra, por haber cubierto esta ilegalidad, cometiendo el crimen jurídico de absolver conscientemente a un culpable. No ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí los artículos 30 y 31 de la Ley de Prensa del 29 de julio de 1881, que se refieren a los delitos de difamación. Y voluntariamente me pongo a disposición de los Tribunales. En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí, no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de la justicia. Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente.

Así lo espero.
(Final de la carta-artículo de Émile Zola, "J'Accuse", dirigida al presidente de Francia)
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