Fotografía: P. Montaña, Calle Conde del Asalto
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Sin duda, esto es maledicencia o, como se hubiera dicho en otros tiempos más líricos, un abuso de la ausencia, un aprovecharse de la desaparición de un vecino accidental, el pensionista Paul Auster, para hacer bromas y sátiras sobre su paradero. Muy mal que nadie de la familia Auster no quiera comentar lo ocurrido, pero esto no les autoriza a ustedes, los que se hospedan en la Pensión Ulises (o en ese piso infame, quizá casa de citas encubierta como apartamento), a burlarse de uno de los más preclaros narradores del siglo pasado. Que tenga a veces algún que otro capítulo aburrido en sus novelas (¿quién no los tiene también en su vida particular?), no les da derecho a semejante búsqueda burlesca del desaparecido, de su paradero.
Paul Auster, señoras y señores, es amigo y comentarista del Dr. Kafka, del dadaísta y poeta fónico Hugo Ball, así como de aquella conmovedora novela de iniciación al hambre y a la escritura, Hambre, del casi olvidado Knut Hamsun (escritor magistral menospreciado por sus ideas políticas, como Céline, Pierre Drieu La Rochelle, etc.).
Sólo por esta acción, por haber redescubierto la escritura soberbia de tales autores, ya se merecería una escultura de Cristòfol o de Beneyto (otro vecino del barrio) en la calle Nueva, antes Conde del Asalto
-en donde resido en compañía de mis dos gatos, uno tuerto, patizambo el otro, pero ambos dignos de figurar en los mejores cuentos de Andersen, ténganlo por seguro.
Nada más, sólo esperar de ustedes una mayor comprensión y tolerancia hacia ese fabuloso narrador, de ese escritor también poeta, que ha tenido la mala ocurrrencia de darles esquinazo y dejar de aparecer por unos días en periódicos y revistas, dejándoles atónitos y con cara de bobo.
Les puedo asegurar, señoras y señores, que Paul Auster y su familia, si conocieran los efectos nocivos que provoca su ausencia, les perdonarían a ustedes en el mismo instante y les darían "abrazos gratis", como hacen los de una asociación a la que pertenece mi vecina del tercer piso.
Un respeto, por favor.
Un vecino de la calle Nueva, antes Conde del Asalto
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