Foto: J.X.
Aunque tus palabras y nuestros cuerpos
no se puedan rozar entre sí,
tengo tu muerte,
tan enraizada,
que te hago vivir un día y otro
dentro de mí.
Aunque a veces me distraigan
las formas cotidianas de la vida,
nunca puedo olvidarte,
y sé que, viviendo tu muerte,
te hago vivir
dentro de mí.
Siempre te busco
y te encuentro aquí, dentro de mí,
los dos esperándonos
en la misma esquina.
De este modo
podemos estar juntos
otra vez, otra vez.
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