Dice que primero fue la muerte, no la vida.
Fue al morir un ser amado,
que descubrió dentro de sí
la substancia del amor.
Lo que ahora sentía
era una conmoción
que se ramificaba bajo la piel,
unas raíces que ascendían
desde lo más hondo de la tierra
hasta enmarañar de amor su interior.
Por absurdo e inútil
que pueda ser,
dice que nunca antes
se había conmocionado tanto, de ese modo.
Era un sentir amoroso que se extendía
y arraigaba en la vida
desde el dominio de la muerte.
Al propio tiempo, era desconsolador
sentirlo así, en el dolor de la ausencia,
en la más absoluta soledad
de la perdición.
Imagen: Photoroom.com
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