Foto: J.X.
Si, desde la muerte,
fundimos tu memoria
con la mía, que sigue aquí,
mal viviendo,
tal vez sea posible hablar de lo pendiente...,
no, otro poema, no...,
sino de aquello que, sin poesía,
faltaba por decir.
Aquella enfermedad de amor,
que tenía espinas de rosal en el cuerpo,
era, además, cada día que pasaba,
una alucinación, una enfermedad del alma.
Al haber llegado hasta aquí,
traspasado cuerpo y alma con espinas,
ya no basta con nombrarte,
ni basta con hablarte a solas,
ni bastan tampoco las flores.
Todo es ausencia, todo es silencio.
Cómo vivir,
con tanta ausencia,
con tanto silencio,
con tantos muertos dentro.
Cortada la flor, debemos escaparnos,
desaparecer juntos los dos,
confundir a la muerte
queriéndonos en lo oculto,
sin más palabras,
con la memoria cicatrizada
al otro lado del bosque,
desaparecidos para siempre,
al otro lado de la luz.
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