Foto: Judith Xifré
Besó los labios muertos de ella, y en el mismo instante supo que nunca podría olvidar el sabor de la vida y de la muerte de sus labios, en aquel Hospital.
Desde entonces, el contenido de su alma no sería sino el peso sangrante que arrastraba de tantas noches y flores secas, y el sabor de los labios muertos de ella.
La flor de una planta abandonada se deshojaba y volvía a florecer una y otra vez, a su lado, al costado de su muerte, de la cual se nutrían las flores de aquella planta abandonada.
Como si una herida incurable de amor ausente expiara los días turbios de la flor, rodeada de malas hierbas.
Pese a todo, pese a toda la oscuridad, le guiaba la transparencia de luz de una muerte amorosa, y la planta seguía floreciendo para deshojarse en el mar.
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