sábado, 16 de octubre de 2021

DE UN LUGAR A OTRO DE LA VIDA

Foto: J.X.

No se fiaba de los vivos y confiaba en los muertos.

Tal vez por eso no se sentía cómodo en ningún lugar, entre los vivos.

Iba de un rincón a otro de las casas, de los bares. Cambiaba de sitio una y otra vez, pero todo era en vano, pura incomodidad. No había ningún lugar que fuera cómodo para él.

No quería hablar con nadie, no quería estar con nadie, ni siquiera en silencio. Si le preguntaban por la causa de tanto mutismo, se limitaba a decir que tenía el corazón mal embastado y el alma hecha jirones: imposible hablar en tal estado de fragilidad interior.

Sin embargo, había un vacío, un espacio yermo en su cuerpo, entre el corazón y el alma, donde crecían unas flores.

Unas flores desconocidas para los vivos, cuyo aroma a menta refrescaba el silencio de su boca y lo hacía más cómodo para él y para los demás, aunque apenas abriera la boca. Por fin, algo de comodidad en su vida, como si fuera un silencio mentolado, diría alguien bromista.

Toda su vida fue como un niño que necesitaba amar y ser amado sin hacer daño, sin dominio ni maltratos, sin humillaciones ni abandonos. Pero las contradicciones de la vida le dañaron, y él a su vez también dañó. No soportaba vivir con tanto daño. Un día le revelaron que en el trato con los muertos se puede amar sin hacer daño, le ofrecieron un ramo de flores desconocidas y lo invitaron a irse con ellos. Se amarían a escondidas de los vivos, en refugios de flores cuyos pétalos olían a menta.



4 comentarios:

en Facebook comparten dijo...

Isabel Mercadé

Jorge de los Santos

Mireia Puertas

joségarvimoreras dijo...

Estas hablando del bosque de los espíritus; de lo que yo creo que nunca muere; de lo que yo creo más cierto que el bosque de los marcianitos.

joségarvimoreras dijo...

Quiero añadir que el universo es eterno, sin principio ni final, y esto no contradice ninguna teoría científica, y el espíritu en ese universo no tiene por qué estar sujeto a la muerte.

una lectora corriente dijo...

Precioso poema lleno de tristeza y de ternura que te llega al alma.

No es fácil encontrar un espacio para flores entre tanto ir y venir por una vida triste. Sin embargo, el olor a menta refrescante y limpio, asociado a recuerdos de vivos y a contactos con muertos, hacen que la ternura haga menos duros los viajes.