martes, 21 de septiembre de 2021

VIDA DESCOMPENSADA

 Foto: J.X.

Confesaba que tenía una vida descompensada.

Un caso extraordinario: le pesaba más el alma que el cuerpo.

La entrañas se resentían de tal desequilibrio, los huesos crujían horadando la carne y casi la piel, la venas se rasgaban al menor roce.

La vida, así, bamboleándose sobre el abismo, se le escapaba cada vez más.

Pero hubo un día en que el peso de su alma empezó a enfermar. Se convirtió en un peso enfermizo, más herido. El peso del alma sangraba, de modo que la sangre del alma se confundía con la sangre del cuerpo.

Le parecía que ambas, las dos sangres, se derramaban calle abajo, hacia la infancia. 

En su rostro y en la mirada se reflejaba este desgarro interno, caótico. Como si tuviera el alma lacerada y atada en la cruz astillada de las entrañas.

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