sábado, 17 de julio de 2021

EL MARAVILLOSO CASO DEL COLLAR

 Foto: J.X.

Merodeaba por una calle solitaria cuando de pronto se encontró con un collar en el suelo. No resplandecía ni parecía un collar valioso. De todos modos, se lo guardó en el bolsillo, Al llegar a casa, se lo abrochó al cuello, por curiosidad. Se miró al espejo, frotó una de las cuentas de cristal y descubrió que era un collar mágico de palabras, un collar que hablaba.

El collar le advertía que si lo llevaba abrochado al cuello, quedaría suspendido en el vacío, sin caerse, oscilando, como si bailara sobre el escenario profundo y oscuro de un abismo.

Pero si se lo quitaba y lo guardaba en un pequeña caja o en un cofre, olvidándolo en el cajón de un armario, dejaría de hacer pasos de baile en el vacío y se precipitaría abismo abajo, hasta caer en lo más oscuro.

Por eso le recomendaba que se lo guardara en el bolsillo y lo tuviera siempre a mano, para abrochárselo enseguida al cuello en cualquier situación peligrosa.

Durante un tiempo las cosas fueron bien, y el collar mágico de las palabras era tan útil como unos guantes de boxeo para encajar los golpes bajos que le lanzaba la vida cotidiana. No caía derribado en la lona, ni en el vacío.

Hasta que un día, en una situación extrema, con unos golpes bajos más peligrosos que los golpes anteriores, el collar mágico de las palabras, no sólo no le ayudó en absoluto, sino que al abrochárselo al cuello de una manera precipitada, lo hizo con tan mala fortuna, que, al forzar el cierre con cierta violencia, el collar lo fue estrangulando: se quedó colgado en el aire, pero sin bailar en el vacío, sino inmóvil, hasta la caída final. Como ahorcado en la rama de un árbol que se rompe y lo arroja al fondo del abismo.

(Después de escribir este texto y de cenar un poco, he vaciado los restos de comida del plato en el cubo de la basura. He perdido el control del plato, que se ha inclinado, y el tenedor ha resbalado hacia el patio interior. Pero un protector que protege la barandilla del balcón que da al patio, lo ha prendido en su red. Ha salvado al tenedor de caer en el abismo del patio interior de la planta baja, donde no vive nadie desde hace más de una década. He devuelto el tenedor al cajón de la cocina, agradecidos -el tenedor, el plato y yo- por la boda misteriosa entre la poesía y la vida cotidiana.) 


2 comentarios:

en Facebook gusta dijo...

Lya Sheinfeld

Ariel Fridman

Efi Cubero

José Ferraz

la lectora corriente dijo...

Si tenemos la suerte, o la desgracia, de encontrar un collar maravilloso, debemos ser muy estrictos en seguir las reglas que nos exige tener tal joya, porque las cosas maravillosas suelen tener un lado obscuro que solo se descubre cuando tenemos la desgracia de no saber seguir sus instrucciones.