jueves, 13 de mayo de 2021

DESPERTAR


Foto: J.X.

En el bar estamos él y yo, solos, tranquilos, como en una iglesia.

Mira de reojo a la calle y me dice que el problema no es despertar al día siguiente, despertar a la vida de nuevo, sino despertar y vivir un día más la violencia de todo tipo, violencia política, violencia laboral, violencia amorosa, violencia callejera. Despertar, además, a ese control administrativo, agresivo, del cuerpo y el alma, para identificarte de los pies a la cabeza, sin escapatoria. Todo es indiferencia, todo es violencia. En este mundo eres un simple número, zarandeado por todas partes, a cada momento.

Desde que naces y despiertas a la vida (exceptuando a madres y padres, pero no a todos), nadie se esfuerza por tutelar amorosamente los pasos de tu vida, sin valerse de la coacción para dominarte.

Por eso mismo -resume-, despertar cada día no es para él una satisfacción, sino una prolongación de la violencia constante, cuya visión no le deja reposar completamente en ningún lugar de la ciudad, salvo en algún bar como éste o en una iglesia un día laborable.

Porque, cuando menos te lo esperas, ahí surge de nuevo un problema grave, sangrante, otra violencia. Ahí está esperándote otra vez el golpe, la sangre derramada.

Por eso hay quienes, como él, preferirían no despertar, no ver ni un día más el mundo terrible de siempre.

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