domingo, 14 de junio de 2020

BAJANDO A LA CIUDAD DE LOS CUERPOS


Foto: J.X.

Habla con los espíritus y les dice que hoy, por fin, ha bajado a la ciudad y ha podido cruzar la puerta del cementerio -que, por la pandemia, ha estado cerrada al público visitante hasta hace pocos días-, y entregar la rosa blanca.
En realidad, hoy han sido dos rosas blancas, adquiridas en otro sitio, un puesto de flores de las Ramblas. Después de tantos días de confinamiento, temía que no estuviera el kiosquero de las flores a las 10 de la mañana, a la entrada del cementerio, como cada fin de semana. Pero sí que estaba, fiel a las “flores vestidas” para los muertos, como las denomina el florista.
En esta ocasión no ha sido posible sacar un botellín y dos copas y brindar en la Isla con la novia muerta. Enfrente mismo del arco que da a la Isla II del cementerio marino, se estaba celebrando un entierro gitano, con numerosos parientes y amigos, y con estremecedores gemidos y llantos de las mujeres gitanas, hasta que ha comenzado la prédica del pastor.
Por respeto y emoción, hemos dejado el brindis para otro sábado. Tampoco he abandonado la Isla, cuya salida estaba abarrotada de gente, hasta que el pastor ha finalizado la prédica y sobre el lugar ha descendido un inmenso silencio religioso.
He salido mirando al suelo, como si fuera un intruso, el único intruso del cementerio. Ellas y ellos, todo el clan de la Madre, de la “Mama” gitana cuya muerte despedían con un dolor desgarrador, no podían saber nada de la novia muerta que se aloja cerca de allí, en la Isla de enfrente, junto a dos rosas blancas, concluye él.
Bien hecho, rosas blancas perfumando la estancia de allá, en la ciudad de los cuerpos, y penetrando hasta aquí, en el bosque de los espíritus, donde permaneceremos juntos, con la novia muerta a nuestro lado. Iremos con las flores de un lugar a otro, de una estancia a otra, invadiendo con más flores los caminos de los bosques, llenando de flores todas las calles y alojamientos por donde pasemos, custodiando a la novia muerta sin ser vistos ni oídos por nadie, anuncian los espíritus del bosque.
Él escucha y no dice nada.
Resuena una voz en el interior de una piedra cubierta de musgo.


No hay comentarios: