¿No
es asombroso y triste que políticos, intelectuales y periodistas
considerados progresistas, se pongan al lado de los poderes
conservadores y sus medios para denunciar y perseguir a políticos
(de momento, aún no a intelectuales y periodistas) que, elegidos
democráticamente y dispuestos a cumplir el compromiso dado en
campaña electoral, defienden las urnas y el derecho a decidir de los
ciudadanos para que elijan el futuro político de su país entre:
monarquía española o república catalana? ¿No es asombroso?,
pregunta la vidente del barrio.
Lo
asombroso es que usted ejerza el desacato y no la inhabiliten como
vidente, replica la cuñada del dentista, con sarcasmo.
Todo llegará..., murmura la sobrina de la peluquera.
¡Eso, eso, “de ley a ley”, como predicaba Moisés!, exclama la vecina que fiscaliza por tiendas y bares.
Todo llegará..., murmura la sobrina de la peluquera.
¡Eso, eso, “de ley a ley”, como predicaba Moisés!, exclama la vecina que fiscaliza por tiendas y bares.
Qué
tiempos estos en los que hay que luchar por lo que es evidente,
monologa el humorista.
Siempre
ha sido así a lo largo de la historia, apunta el politólogo del
barrio.
¡Es
lo que decía mi abuelo!, exclama la nieta del anarquista.
Ya me recomendaba mi profesor de estética que no me metiera en líos políticos y escribiera sólo poesía lírica, comenta el poeta romántico del barrio.
Ya me recomendaba mi profesor de estética que no me metiera en líos políticos y escribiera sólo poesía lírica, comenta el poeta romántico del barrio.
Con
lo cual, quiero decir con la poesía lírica, seguro que se mete en
líos amorosos como mi madre, bromea la hija de la
bibliotecaria.
Niña, un respeto, que mis poemas peinan canas, bromea también el poeta romántico.
Lástima
que la vida sea una farsa pesada y de mal gusto, dice la dueña del
bar.Niña, un respeto, que mis poemas peinan canas, bromea también el poeta romántico.
Farsa, sí, o tragedia cuando los poderes estimulan la ley del silencio y la sumisión a
base de amenazas y persecuciones, comenta el politólogo del barrio.
La
ley del silencio, como en aquella película de Marlon Brando, apunta la hermana del informático.
O nuestra ley es la ley..., mientras no la cambiemos, declaran señalando con el dedo acusador, resume la vidente del barrio.
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