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¿Cuál
es el problema?, aquí no hay ningún problema, señoras y señores,
opina una vecina (antes la llamábamos "la fiscal del barrio")
aficionada a leer en periódicos y revistas las sentencias y noticias de los
tribunales de medio mundo.
Bueno, ya
veremos, pero ahora mismo me sentiría más inseguro, como más
amenazado, si publicara una viñeta como la de El Roto, pero de signo
contrario, catalanista o anarquista-pacifista, por ejemplo,
¿comprenden?, contesta el humorista del barrio.
¿Dicen que
vuelve la censura, la vigilancia y el delito de desacato o sedición
por hablar a favor de...?, pregunta la dueña del bar.
No, señora,
no es esto, advierte la cuñada del dentista.
¿Habrá que
asesorarse antes de escribir un artículo, como en otros tiempos?,
pregunta el politólogo del barrio.
No, caballero, no es esto, no exageremos, responde un señor que no es cliente del
bar, y algunos desconfían. Mal asunto.
¿Ya no
podremos manifestarnos?, pregunta la sobrina de la peluquera.
No, señora,
no es esto, contesta la vecina que días atrás llamábamos "la fiscal
del barrio".
Mejor pintar
cuadros de arte abstracto o surrealista, que no se entiendan, como
hacía Dalí, indica la hija de la bibliotecaria.
Y volver a
escribir monólogos simbólicos, chistes de filosofía metafísica y
diálogos para besugos, comenta el humorista sin humor.
Malos tiempo
para la poesía: habrá que ser más conservador, en prosa-sonajero o
algo así, y menos activista en ateneos y otros escenarios (de acción
poética, no confundamos, lejos de mi ánimo incurrir en desacato o
sedición), comenta el poeta romántico del barrio. Mal asunto.
¡Mejor
tomarse una buena cerveza, ser playero-surfista y volver a los
tebeos de aventuras y detectives!, recomienda la dueña del bar.
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