martes, 4 de noviembre de 2014

LA LEYENDA DEL GOBIERNO DE LOS VIVOS Y LOS MUERTOS, GOGOL Y FERNANDO VALLEJO


Cuenta un artículo del diario “El País” (Riqueza del mundo de los muertos, de Luis P. Beauregard), que debajo del Templo de las Serpiente Emplumada, en Teotihuacán (México), capital del Imperio Azteca, hay un inframundo, un túnel de 102 metros de longitud por 2,5 de altura que, según la leyenda, era utilizada por los sacerdotes para comunicarse con las divinidades de los muertos y pedirles que otorgaran el poder a los nuevos gobernantes. Era como si los muertos, sus divinidades, decidieran y comunicaran a los sacerdotes cuál había de ser el nuevo gobierno. Podríamos decir, sin pretender ofender a nadie, que votaban más los muertos que los vivos.
Por supuesto, no sabemos si a veces también había impugnaciones contra la consulta como en España, puesto que era muy probable que los más vivos de los sacerdotes hubieran escogido a unos muertos determinados para que votaran a favor de la lista de los vivos más poderosos. Así pues, las técnicas de la corrupción democrática no vienen de ayer ni de anteayer, sino que ya vienen de lejos, de muy lejos, y huelen a muerto.
Huele a muerto, como en las Almas muertas, de Gogol, donde los siervos desgravan al morir y ser declarados “almas muertas” en el registro de siervos del Ministerio correspondiente, que les devolverá a sus propietarios una indemnización a cuenta de los impuestos que han pagado por cada siervo comprado y dado de alta (a los cuales también podían vender o hipotecar como otro bien cualquiera). Es decir, como si la declaración a Hacienda les saliera “negativa” a la muerte de cada siervo, diríamos hoy. O como ocurre en la novela de Fernando Vallejo, Mi hermano el alcalde, donde los muertos son convocados y salen a votar.
En España más de un partido parece tener un listado de vivos elaborado por los muertos, y de ahí tal vez su falta de eficacia terrenal y nuestra incomprensión ciudadana. No sabíamos que hasta ahora todos los sacerdotes y sacerdotisas del poder trabajaban para las divinidades de los muertos y componían los gobiernos a su gusto, mientras que los ciudadanos, como no teníamos influencia en el inframundo oscuro ni conocíamos sus técnicas de comunicación secreta, no podíamos ver ni entender los designios y corrupciones del poder. Hasta hoy, donde por fin podemos ver, más o menos claramente, cómo ese poder se muerde la cola de serpiente (emplumada o no) y forma una rosca por donde pasa la ley del embudo para vivos y muertos. 


2 comentarios:

voluntaria de causas perdidas dijo...

embudo.
(Del lat. [traiectorĭum] imbūtum, [conducto] lleno de líquido).
1. m. Instrumento hueco, ancho por arriba y estrecho por abajo, en forma de cono y rematado en un canuto, que sirve para transvasar líquidos.
2. m. Oquedad grande producida en la tierra por una fuerte explosión.
3. m. Depresión, excavación o agujero cuya forma se asemeja al utensilio del mismo nombre o a su corte longitudinal.
4. m. Trampa, engaño, enredo.

RAE

insurrecta dijo...

Ley de la trampa.
1. f. coloq. Embuste, engaño.

Ley del embudo.
1. f. coloq. La que se emplea con desigualdad, aplicándola estrictamente a unos y ampliamente a otros.

Ley del encaje.
1. f. coloq. Dictamen o juicio que discrecionalmente forma el juez, sin atender a lo que las leyes disponen.

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