Nunca hay que apostar por la violencia, dice la
dueña del bar.
Mi abuelo, aunque era anarquista, era contrario a
la violencia y, cuando vio tantas barbaridades en su pueblo durante
la guerra civil española, se hizo pacifista, anarquista pacifista,
decía él, comenta la nieta.
Arrestar a ese joven servirá de
ejemplo de lo que no hay que hacer ni decir, opina la cuñada del
dentista.
Más que ejemplo, chivo expiatorio, dice la sobrina de
la peluquera. Cuando eres joven, te apasionas en un sentido u otro, y
dices muchas tonterías.
Así es, asiente el politólogo. De
jóvenes, todos hemos dicho y proclamado cosas que, en realidad,
nunca hubiéramos hecho. No creo que nadie robe ni mate por la
influencia de una opinión.
Cuando se vulnera el derecho al
trabajo y a la vivienda, ¿no se vulnera la Constitución? Y en esos
casos, ¿por qué no interviene la autoridad con urgencia en defensa
del ciudadano desvalido?, pregunta la hermana del informático.
No
mezclemos unas cosas con otras, responde la cuñada del
dentista.
Cuidado, las cazas de brujas empiezan así,
persiguiendo y queriendo aterrorizar a los ciudadanos, dice la
sobrina de la peluquera.
Yo tenía una tía abuela que era bruja,
encantadora, sanadora de los celos amorosos de los niños, y recibía
ramos de flores de las madres, explica la dueña del bar.
"Las brujas de Salem", una obra
de teatro de Arthur Miller, qué miedo!, exclama la hija de la
bibliotecaria.
Más miedo dan esos intransigentes, intolerantes,
que se presentan como ejemplos morales, vidas ejemplares que, si no vives a su manera, te señalan, te condenan
y no te contratan ni en el circo, y menos si llevas un perro o un gato!,
exclama el humorista del barrio.
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