martes, 30 de abril de 2013

POEMA EN PROSA DE LA PLAZA REAL


I
La "Cervecería Canarias", al fondo de la fotografía, a la izquierda. 
Al otro lado, estaba la "Cervecería Vivancos", hoy desaparecida y en su lugar está el restaurante "Les Quinze Nits", donde siempre hay colas de turistas, de extranjeros, como se decía antes.
La "Cervecería Vivancos" también tenía tienda de patatas fritas, y de vez en cuando los camareros, a primera hora de la mañana, tiraban un cubo grande de restos de patatas a la plaza, para las palomas, formando pequeñas colinas a las que también acudían los niños del barrio que en aquel momento estaban jugando en la plaza. Los fines de semana jugaban en la plaza todo el día.
La Plaza Real era nuestra Universidad Libre, con toda clase de historias raras de personas mayores, líos de mujeres y hombres, de fulanas y macarras, amenizado de vez en cuando por la llegada a la plaza de marines norteamericanos y sus novias, que eran nuestras vecinas, primas o hermanas mayores, que hacían de prostitutas eventuales cuando venía la sexta flota al puerto de Barcelona a descansar y a beber tanques de cerveza (vasos grandes de litro). 
Los marines eran simpáticos con los niños -a diferencia de la guardia urbana y sus camionetas municipales para hombres (vagos, maleantes y mendigos) y mujeres pobres y niños abandonados y perreras para perros-, eran simpáticos los marines y nos regalaban chicles y otras golosinas y luego se iban con sus novias alquiladas, con nuestras chicas del barrio, a las "Habitaciones", al mueblé (decían los mayores) más cercano de la plaza, junto al Jamboree o en la calle Escudellers.
Tete Montoliu tocaba el piano y Gloria Stewart cantaba un blues, la cantante negra que más tarde sería falsamente involucrada por la policía franquista en un robo con homicidio. Los hijos de Gloria (como la llama Manuel Vázquez Montalbán en un poema del libro "Una educación sentimental”) a veces también venían a la Plaza Real con ella, la cantante.
Y fue pasando el tiempo, y llegó la transición política, y otros fueron a vivir a la Plaza Real: Ocaña, Nazario, Lindsay Kemp, etc., y también el arquitecto Oriol Bohigas, que transformó la plaza y la hizo más dura, quitando los cuatro parterres y los bancos de piedra, quitando nuestra infancia..., pero aquellos niños ya no estaban en la Plaza Real para indignarse por la falta de flores y jardines, y algunos habían muerto de mala manera y ya no pudieron volver a la Plaza Real, a la hoy Plaça Reial, con otra realidad.


II

Los toreros que venían a torear a Barcelona se hospedaban en el "Hotel Zurbano", hoy desaparecido, situado en una bocacalle de la Plaza Real. Los domingos por la tarde, primero llegaba una calesa, con cascabeles, que venía a buscar a los "picadores", que ya iban vestidos con sus pesadas perneras de hierro sonando bajo las arcadas. Después, el "maestro y su cuadrilla" se dirigían a la Plaza de Toros en un coche negro, grande. Muchos vecinos escuchaban la corrida por la radio. Al volver los toreros de la Plaza, en la calle Zurbano y bajo las arcadas había muchos hombres, algunas mujeres y un grupo de niños que esperaban a los toreros. Sobre todo, esperaban con ansia ver a Chamaco, que regresaba al hotel , siempre con su semblante serio, esquivo, con el traje de luces ensangrentado, y acariciando alguna de las cabezas de los niños de la Plaza Real que se le acercaban, admirados.
Hoy lo recordamos, con sentimiento.

III
Hay algunos vecinos del Barrio Gótico que aún recuerdan, en los años franquistas, aquellas camionetas municipales (la "36", la "37", la "38", una camioneta para cada grupo de ciudadanos según el sexo y la edad, semejantes a las camionetas "perreras", pero algo más grandes) que capturaban a los niños y jóvenes -los más abandonados- que andaban sueltos y jugando por la Plaza Real con los otros niños -los más limpios.
También capturaban a los hombres y mujeres sin trabajo, sin casa, y otros "vagos y maleantes". Más tarde, los niños y los jóvenes volvían a la Plaza Real con la cabeza rapada, y eran admirados por los otros niños del barrio y jugaban juntos.
Eran niños y jóvenes blancos. Ahora, son chicos y chicas negras, a un lado y otro de las Ramblas mundialmente famosas y felices, turísticas.

IV

Hay una juventud que aguarda, de Francisco Candel, fue uno de los primero libros que algunos leímos. 
Aún andaban lejos Kafka, César Vallejo, Pavese, y más lejos aún Marcel Proust, etc.
Por lo menos, lejos de nuestro camino de juventud y aprendizaje autodidacta en la Plaza Real.

V
El territorio de la infancia..., los primeros juegos en las calles, las primeras caídas, las primeras novias y novios, el primer encantamiento, la primera alegría, el primer fracaso..., en el lugar mágico, en el territorio único de la infancia.

La calle en donde nacimos algunos..., y jugamos en la Plaza Real, y nos caímos y nos rompimos el brazo o el pie..., y donde aprendimos a ser novios y novias espiando a los marines simpáticos, con sus chicles (que nos regalaban), dando la mano a sus novias alquiladas (cosa que aquí nadie se hubiera atrevido a hacer), algunas eran hijas del barrio..., pero como éramos niños y nadie había muerto aún en la familia, jugábamos otra vez en la calle y éramos felices..., aunque hubiera pocas fiestas y diversiones para nuestro padres.
Pero cuando la muerte venía y entraba en casa..., salíamos a la calle más solos, y cuando volvíamos a jugar ya era de otro modo, como si un ojo estuviera más triste que el otro.



(Fotografía: En la Plaza Real, con unos amigos, arrodillado de cara, jugando a bolas (meco, hoyo, guá), no decíamos canicas.
Esta fotografía la descubrí reproducida en un libro-guía de Barcelona (del escritor catalán Carles Soldevila), mucho tiempo después, cuando ya habían desaparecido de la Plaza Real aquella infancia y algunos amigos.)


Tete Montoliu y Lou Bennett en el Jamboree.
Niños jugando a las canicas en la Plaza Real












La cantante Gloria

3 comentarios:

valentinus dijo...

Es un texto aparentemente nostálgico- pero de actualidad-, tal vez sentimental- pero elegíaco, y finalmente una oda a la hermeneútica de lo cotidiano, veraz e insustituible.
Valentinus

una que se fue del barrio dijo...

La Plaça Reial ya no es nuestra, es un lugar para el negocio turístico, después del negocio inmobiliario y de las drogas que echó a mucha gente del barrio.

insurrecta dijo...

El "dret a decidir", también para las plazas y calles... ¡Ya está bien de vivir bajo las planificaciones y caprichos de otros!