Fotografía: Matilda Sagan, Graffitis en la calle de La Palla (Barcelona)
Carta al vecino poeta
Querido vecino, veo su parlamento transcrito, imagino que fielmente, por "at". Está lleno de interrogaciones y en cierto modo de prejuicios.
Supone usted, caro vecino, que los poetas apelan a los sentimientos, al corazón y , en resumen, a los buenos sentimientos. Debo decirle que ésa es una visión periclitada por romántica de la poesía. La poesía puede utilizarse para insultar y para alentar los más bajos sentimientos, para hablar de la realidad, para reírse de alguien como hacía Quevedo, con una mala leche insuperable. En fin, que con la poesía se puede hacer de todo y puede servir también para todo.
No tenga usted prejuicios, que veo que los tiene, cuando se pregunta si el poeta es un corruptor o no, porque esconde las cosas que quiere decir en metáforas y otras figuras de las llamadas literarias.
Señor mío, eso sí que no, el poeta no corrompe el lenguaje; los que sí lo hacen y ampliamente son los políticos, que se atreven a llamar "expedientes de regulación de empleo", vulgo ERE, a lo que no son otra cosa que despidos, así como suena, o dicho en castizo, "poner de patitas en la calle". Los ejemplos son muchos y le dejo a usted que haga un ejercicio de rastreo por los periódicos o por los telediarios, verá lo que es corrupción y no lo que los poetas practican más o menos a diario.
Me atrevo también en esta carta a comentar lo que dice uno de los comentaristas de su parlamento: los poetas son antipáticos, simpáticos, cariñosos , huraños, tontos, listos, etc. etc., como cualquier hijo de vecino. No se dé por aludido con lo de vecino, ya que desconozco si es usted padre o está a punto de serlo.
Nada más. Suya para lo que disponga,
MCM
1 comentario:
Tiene Ud. razón, querida MCM.
Los poetas son como cualquier hijo de vecino. La vanidad de vanidades no es sólo cosa de poetas. Quizá haya una pequeña diferencia, que me gustaría apuntar: los hijos de vecino, cualquier hijo de vecino no se hace el melindroso (de melindre), ni posa como tierna magdalena, ni habla como dulce bizcocho, ni, en fin, tiende al azucarado en general y demás repostería poética, dicho sea con humor dulce.
Otra vecina
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