Foto: Judith Xifré
Las llevaba dentro,
clavadas.
Pero se removían
como dos agujas en las entrañas,
ambas de punta fina, suave
y, a la vez, despuntadas.
Clavadas hasta lo más hondo,
y sin embargo se removían,
en espiral,
hurgando en la herida incurable.
Llevaba dentro,
todo el deseo y abandono
de aquella noche de pena y perro.
Llevaba dentro,
todo el amor y abandono
de aquel último día en el hospital.
Abandono de juventud,
abandono de vejez.
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