viernes, 23 de agosto de 2024

PEREGRINAJE DEL ABANDONO

 Foto: J.X.

Un poeta extraviado va recorriendo las etapas del camino de perdición, hasta que llega a un cruce, a una bifurcación del bosque. Hay un poste de madera con dos señalizaciones: una indica que al final del camino no hay redención posible. La otra, señala un atajo de redención.

El poeta extraviado escoge este segundo desvío del camino de perdición: el atajo de redención. Descreído, no confía en que él pueda ser objeto de ninguna redención. Pero sigue adelante, por si encuentra al azar, en algún recodo del atajo, una palabra reconocible, una luz reveladora.

Gracias a la vida que le resta, el poeta extraviado sigue subiendo y bajando por caminos, atajos y desvíos de toda condición -llanos, oscuros, pedregosos...-, de tal modo que al caminar se entrega en corazón y alma a cada paso, pues teme no llegar a tiempo a la cita convenida en un lugar remoto del bosque. Lugar rodeado de malas hierbas, altas, sin flores, que no podía atraer a nadie, salvo a aquellos muertos de amor que adivinaban el lugar secreto de la cita.

Huellas de sangre amorosa marcan el sendero a ninguna parte, donde el amor tiene su dominio.

Éste es todo el sentido, todo el misterio. No hay más. En la soledad del bosque, intentando el olvido bajo la sombra de los árboles. O perdido, totalmente, como ella se perdió aquel día bajo la tormenta, mientras avanzaba sola por caminos confusos, embarrados, hasta que vislumbró una casa en lo alto de  una colina. Desesperada, llamó a la puerta, y tuvo la fortuna de ser bien acogida por un muchacho que la acompañó hasta el pueblo más cercano. Pero no siempre hay una casa solitaria en la colina, ni alguien que te abra la puerta para salvarte del extravío. 

No hay más flores. Todos los pétalos se han marchitado. Y la sangre amorosa, derramada en el suelo, se ha vuelto oscura, oscura. 

La cometa de un niño o de un enamorado desamparado cruza el cielo del bosque, volando arriba y abajo, cortado el hilo que la ataba a la tierra, volando separada de la mano del niño o del enamorado desamparado. La cometa lleva colgado en la cola un trapo negro, pintado con letras grandes rojas:

             ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?

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