Foto: J.X.
No podía volar.
Tenía el espíritu por el suelo, por debajo del suelo, y tampoco podía volar.
En la mirada, muy adentro de la mirada, una paloma que se muere en un rincón de la calle. Todo, todos, nos morimos en algún rincón.
No quiere hablar con nadie sobre la novia muerta.
Por eso habla solo, consigo mismo, de la sangre amorosa de la novia muerta.
No arrastra ninguna cruz de madera, cierra los ojos y se aleja cuanto puede.
No, no es esto. La sangre amorosa fluye por otro cauce subterráneo de pasión y muerte, que desemboca en el vacío donde se esconde la novia muerta, y hablan, cuando se encuentran, hablan.
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