Foto: J.X.
Con el cuerpo cojeando y el alma medio muerta y de parranda, la palabra como forma de suicidio resultó ser más un objetivo que un refugio.
Palabras encorvadas, palabras malheridas, palabras con heridas leves, palabras cojas, palabras que arrastran lo que ven, lo que encuentran, palabras que llevan encima a otras palabras, o a rastras, palabras abandonadas, palabras no dichas a tiempo, palabras camufladas, palabras afiladas, palabras medio dichas, palabras acuchilladas, palabras solitarias, palabras condenadas al silencio, palabras de lo contemplado, palabras de lo perdido, palabras ausentes, palabras olvidadas, palabras visionarias, palabras caídas, palabras resentidas,
palabras derramando sangre, palabras balbuceando, apenas si respirando, palabras que, sin embargo, siguen latiendo, solidarias, palpitando arriba, en medio, abajo, tus palabras, mis palabras, sus palabras,
palabras lanceadas por los cuatro costados, lanceadas como el costado de un Cristo agonizante cuyas últimas palabras llaman en vano al Padre, rogándole que le ayude a apurar el cáliz, palabras de súplica, las últimas palabras que se van desangrando y gotean en el cáliz de la tierra, hasta derramarse e impregnar la lejanía del subsuelo, que se resquebraja y se oscurece entre palabras de asombro y fe, entre palabras de grito, de vacío, exclamaciones de palabras, los últimos gritos, las últimas palabras dolidas, desoladas, palabras de luz, palabras resucitadas,
las últimas palabras, que así sea, todo callado, todo en sombras, en el silencio oscuro de las últimas palabras, de amor y muerte, de amor.
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