Foto: J.X.
Por castigo de amor iba de una escalera a otra, con el fin de redimirse pidiendo encarecidamente disculpas por haberse enamorado alguna vez (lo que convenimos en llamar “amores efímeros”, ya sean platónicos, a distancia, o furtivos, con más cercanía) de esta o aquella vecina, casada, soltera o viuda.
¿Cuándo y quién lo juzgó y castigó como “reo de amores efímeros”? ¿Un marido vengativo? ¿Una prima católica o una hermana protestante? ¿La presidenta de una Comunidad de Propietarios? ¿O la devoción a una amante muerta (no efímera)?
Jamás lo sabremos. Pero el castigo de amor estaba ahí, cumpliéndose sagradamente de escalera en escalera, yendo el reo de un piso a otro con su culpa, con su castigo de amor, pulsando el timbre de los pisos, muchas veces llamando en vano con la esperanza de que se abriera una puerta a su condena fatídica.
De esta forma se redimía por haber mantenido enamoramientos efímeros demasiadas veces (no por haber amado, que es cuestión más larga en el tiempo y profunda, determinó quien ejercía la función de juez).
2 comentarios:
Jorge de los Santos
Efi Cubero
Dimitri Lipo
Coco Rodriguez Margalef Rodriguez Margalef
Ser penitente es siempre llevar a cuestas una cruz. Sin embargo querer redimir con penitencia unos amores efímeros, es mucho mas difícil porque el reo descubre que esos amores efímeros fueron más de los que él recordaba y poco a poco ve que la lista es interminable, cuando en realidad solo guardaba en su corazón el recuerdo del único amor no efímero de una amante muerta.
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