lunes, 14 de junio de 2021

LA PERSIANA DEL BALCÓN

 Foto: J.X.

Tenía miedo a todo.

Antes, en verano, bajaba la persiana sobre la barandilla del balcón, como si fuera una cortina, para defenderse del sol y proyectar sombra entre las plantas y flores, y separarse de los vecinos de enfrente. Pero ya no lo hacía. Le obsesionaba que la persiana se cayera balcón abajo y matara a alguien. Temía los siniestros y accidentes domésticos.

Temía no saber irse de este mundo. Una vez le comentó a un amigo íntimo uno de sus sueños: soñaba que desaparecía una noche de verbena, adentrándose en el mar, vestido (zapatos y calcetines en la arena, con una nota de despedida dentro de un zapato), como si él también participara en la fiesta nocturna de los humanos en la playa, que gritaban y saltaban como locos, ignorando que representaban la danza de la muerte que él necesitaba aquella noche como ceremonia para desaparecer en el mar. Pero era un sueño, y él temía no saber irse de este mundo.

Temía al amor, a la soledad, al dolor, a la vida. Temía a la gente, que te traiciona a la menor ocasión, y a la sociedad, que te anima cuando eres niño, para rechazarte luego e introducirte, vapuleado y humillado,  a su entramado de prostitución, hasta que te destruye por inservible, inútil, como un producto caducado de carne embuchada.  

Tenía miedo de todo, de todo, excepto de la muerte.

Por lo tanto, se dijo un día, cierra la boca y cállate. No abras la boca, no te lamentes más, no hables más, y cállate. Como si ya estuvieras en el dominio callado de la muerte. En su silencio.

Como una persiana desvencijada, abandonada entre macetas rotas y flores que han sido golpeadas en la caída de la persiana a la calle.


1 comentario:

AT dijo...

Comentario de "Insurrecta":

Es cierto que no sirve de nada lamentarse, pero aún lo es mucho menos suicidarse, sobretodo si no estás seguro de hacerlo bien. Cuando cae una persiana es por que no la han cuidado, la han dejado día y noche sufriendo de su propio peso, como el peso que cualquier humano sufre cuando le abandonan. Mejor esperar pacientemente, sin prisas, que no haga falta el suicidio para salir de la pena y el dolor, y quizás entretanto se nos abra una nueva vida que nos permita cuidar de la persiana.