¿Qué está leyendo?,
pregunta la dueña del bar.
Un libro, un libro que me
ha regalado un cliente, escrito en catalán y en castellano: Retaule
de Nova York / Retablo de Nueva York, del poeta Valentí Gómez i
Oliver, responde la vidente del barrio, aficionada a la poesía.
¿Es una novela, un
cuento, de qué va?, pregunta la dueña del bar mientras sirve un
café.
No es novela ni cuento,
podríamos decir que son versos que cuentan, dice la vidente. Cuentan
miradas, pasos. Un personaje (el poeta) merodea arriba y abajo por calles,
plazas y barrios de Nueva York: Harlem, Manhattan: a totes hores /
milers i milers / cossos reverberats / façanes de gratacels / el so
de vides lluminoses / el plor de feres estabornides / el combat de
pobresa i riquesa.
El personaje entusiasta va al encuentro de gentes que pasean, comen, beben, lavan la ropa, suben y bajan del metro: entrades i sortides mil empentes / túnels obscurs mig mig a les palpentes / camins, els ponts, per sort n'hi ha més de deu. En uno de esos viajes en metro, una mujer se le acerca y le pide que le deje un momento la estilográfica, muy valiosa para él, ¡una pluma Montblanc, nada menos!, con la que está tomando notas..., duda si dejársela o no, pero al final se levanta y le entrega la pluma: Mentre la hi entregava, tot aixecant-me, ja veia la ploma perduda. La mujer acaricia la pluma, se la mira. El viajero teme que no se la devolverá, no sabe cómo decírselo: Com demanar-la-hi, ateses la força i la tendresa amb què les seves mans, del tot esberlades per la vida, acollien i no paraven de fer carícies a aquell objecte per a mi tan inestimable? Sospecha que esa desconocida bajará corriendo en la próxima parada y desaparecerá con la pluma en la mano: Si la dona baixava a la parada següent, estava llest! Sin embargo, no es así: la mujer sonríe y le devuelve la pluma, diciendo: Dios le bendiga señor... (Esta frase en el libro está escrita en inglés, explica la vidente, pero me la ha traducido la peluquera del barrio, que peina a turistas.)
El personaje entusiasta va al encuentro de gentes que pasean, comen, beben, lavan la ropa, suben y bajan del metro: entrades i sortides mil empentes / túnels obscurs mig mig a les palpentes / camins, els ponts, per sort n'hi ha més de deu. En uno de esos viajes en metro, una mujer se le acerca y le pide que le deje un momento la estilográfica, muy valiosa para él, ¡una pluma Montblanc, nada menos!, con la que está tomando notas..., duda si dejársela o no, pero al final se levanta y le entrega la pluma: Mentre la hi entregava, tot aixecant-me, ja veia la ploma perduda. La mujer acaricia la pluma, se la mira. El viajero teme que no se la devolverá, no sabe cómo decírselo: Com demanar-la-hi, ateses la força i la tendresa amb què les seves mans, del tot esberlades per la vida, acollien i no paraven de fer carícies a aquell objecte per a mi tan inestimable? Sospecha que esa desconocida bajará corriendo en la próxima parada y desaparecerá con la pluma en la mano: Si la dona baixava a la parada següent, estava llest! Sin embargo, no es así: la mujer sonríe y le devuelve la pluma, diciendo: Dios le bendiga señor... (Esta frase en el libro está escrita en inglés, explica la vidente, pero me la ha traducido la peluquera del barrio, que peina a turistas.)
Proseguimos viajando con
este paseante, con este investigador de poesía que va de una calle a
otra, de un parque a otro, en busca de rostros, en busca de historias
cotidianas y misterios callejeros. Mira al cielo y descubre nubes, colores, siluetas oro
verde; baja la mirada y observa huellas en la arena, adivina señales, quizá una herida: de nou l'humà es va mostrar malalt / com carta del tarot
que perd l'esmalt. Dos versos preciosos, ¿no? Vuelvo a leerlos:
de nou l'humà es va mostrar malalt / com carta del tarot que perd
l'esmalt.
El camino continúa, el
paseante dibuja espirales, hélices, caligramas, laberintos de mil
colores, anota versos en las páginas de su cuaderno de investigador,
con su preciada pluma Montblanc. Escribe: vent, sorra, tremolor,
núvols d'or verd.
Oiga, ¿no será esto un
mensaje cifrado de poetas catalanes a poetas kurdos?, pregunta la
cuñada del dentista.
¡Otra vez con lo mismo,
ahora también sedición e independencia de la poesía, es un no
parar!, advierte la fiscal del barrio, que no es fiscal, sino vecina
que fiscaliza.
Que no, mujer, que no.
Esto es una métáfora, que va cambiando de forma a lo largo del
poema, como unas variaciones musicales. En otro verso leemos: or
verd, tremola el vent, núvols de sorra, explica la vidente.
Tremola el vent.
¡Cuidado, esto parece una protesta de aquel Nobel, Bob Dylan!,
bromea la nieta del anarquista.
Ahora que lo dices, pues
sí, en este Retaule de Nova York el autor cita a Bob Dylan,
pero también a Walt Whitman, Emily Dickinson, Dylan Thomas, García
Lorca, Pavese, Ginsberg, Leonard Cohen, y más poetas, ¡ah, y también a los cantantes
Mahalia Jackson y Harry Belafonte!, ¡incluso sale Obama!, comenta la
vidente.
¡En este mundo hay
conjuras e inserrucciones de poetas y artistas por todas partes!,
exclama el humorista.
¡Pues a mí nadie me
llama para conjurar premios!, contesta el poeta romántico del
barrio.
Tranquilo, hombre,
tranquilo, que la diosa fortuna ya le convocará, ¿no ve que los
tiempos están cambiando?, ¡y ahora sí!, responde la sobrina de la
peluquera.
La vidente lee: però
cada dia més / la teva ànima s'enlaire, / però cada dia més / el
teu esperit llampega, / però cada dia més / el teu barri
s'il·lumina, / ja ressonen noves veus.
Dios le oiga, suspira la
dueña del bar.
En resumen -dice la
vidente-, les recomiendo que lean los versos que canta y cuenta el
Retaule de Nova York / Retablo de Nueva York. Al conjuro de
sus poemas y dibujos, les pronostico la aparición de un espíritu
más cordial en sus vidas, un espíritu pacífico, pero también
rebelde, insurrecto: quan la boira no ens deixa veure el coll / i
un tall de ganivet s'entreveu rosa.
Palabra de vidente,
¡"paraula del vident Valentinus"!
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