Fotografía: clubviking.es
¿Por
qué hay que vivir abriendo y cerrando puertas?, pregunta el poeta
romántico del barrio. No se pueden poner puertas al campo.
No
sea iluso, querido poeta. ¿No hay que ponerle puertas al campo?,
¿quién dice que no se pueden poner puertas al campo?, preguntaba
con sorna a naturalistas y ecologistas un toro de lidia, cuenta la
cuñada del dentista.
“Cuando
el bosque se quema, algo suyo se quema..., señor conde”, como
escribía Perich en un chiste, cita la nieta del anarquista.
Hay puertas y vallas en el campo, hay puertas y muros en la ciudad, en los gobiernos, en el Vaticano y las otras iglesias, en la Banca y las otras empresas, en cines, teatros y circos, en colectivos de poetas, impresores y editores, en asociaciones de camareros y peluqueras, macarras, prostitutas, informáticos y periodistas, todo lo demás son cuentos, en eso tiene razón la cuñada del dentista, dice la sobrina de la peluquera después de leer un panfleto.
Hay puertas y vallas en el campo, hay puertas y muros en la ciudad, en los gobiernos, en el Vaticano y las otras iglesias, en la Banca y las otras empresas, en cines, teatros y circos, en colectivos de poetas, impresores y editores, en asociaciones de camareros y peluqueras, macarras, prostitutas, informáticos y periodistas, todo lo demás son cuentos, en eso tiene razón la cuñada del dentista, dice la sobrina de la peluquera después de leer un panfleto.
Gracias,
maja, lástima que seas tan independiente (bueno, independentista,
vale), apunta la cuñada del dentista.
Así,
pues, ¿la Constitución sería otra puerta que se puede abrir y
cerrar?, pregunta la dueña del bar.
Siempre
que no sea una de esas puertas de Kafka, que cuando ya estás
exhausto de tanto esperar y te duermes junto a la puerta, viene el
guardián y la cierra para siempre: la puerta estaba abierta, explica
la librera del barrio.
Mi
madre, cuando cierra la puerta a sus novios, casi les parte las
narices, evoca riendo la hija de la bibliotecaria.
Ah,
el amor, a veces muro infranqueable; otras, valla rota o puerta
desvencijada, apunta el humorista.
Ya lo decía mi padre: hay puertas que no se abren, y hay otras que cierran mal, dice la vidente del barrio.
¡Cuidado, / que esto puede ser / desacato!, rima el poeta romántico.
¡Cuidado, / que esto puede ser / desacato!, rima el poeta romántico.
¿También
el poeta está de broma?, pregunta el politólogo.
¡Rían rían, que la broma les saldrá cara!, replica la fiscal del barrio, que no es fiscal, sino vecina que fiscaliza por tiendas y bares, murmura la dueña del bar, por si acaso.
¡Rían rían, que la broma les saldrá cara!, replica la fiscal del barrio, que no es fiscal, sino vecina que fiscaliza por tiendas y bares, murmura la dueña del bar, por si acaso.
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