(Escrito
en el 2013, reescrito en el 2017)
Dicen en el bar del barrio que muchos poetas de Barcelona, nacidos o no en esta ciudad, pero que escriben en castellano, se sienten agraviados al no ser invitados a festivales poéticos y a otros programas culturales organizados por la Generalitat, l'Ajuntament y otras instituciones.
Como si no pagáramos impuestos aquí, en Barcelona, Catalunya, comenta el poeta romántico del barrio, que escribe en castellano, y en catalán de Lleida, y en caló.
Pero
también hay escritores que escriben en catalán y nunca son
invitados, indica la sobrina de la peluquera.
El
problema es ser cortos de vista cultural, actuar sin astucia política
y olvidar que los poetas también votan..., apunta el politólogo.
En
un año crucial como es éste, resulta que no se piensa en el posible
referéndum, donde, si no lo impide la autoridad, también votarán
esos poetas, sus familiares, amigos y conocidos, ¿y qué votarán si
se sienten ninguneados?, pregunta la vidente.
¿Tan
sobrados vamos de votos?, se preguntan algunos, advierte la nieta del
anarquista.
¡Fantástico,
ellos mismos, los de la cultura, colaborando a favor del NO sin
saberlo!, exclama la cuñada del dentista.
Una
olla de grillos, como dice mi marido, añade la fiscal del barrio,
que no es fiscal, sino vecina que fiscaliza por tiendas y bares,
murmura la dueña del bar.
¿Han
perdido el sentido de la praxis los organizadores de festivales?,
pregunta el neomarxista del barrio.
Habría
que seleccionar a los buenos poetas y a los que trabajan por serlo,
que de malos poetas, escriban en catalán o en castellano, los hay en
todas partes, comenta el humorista.
No toquemos tanto este tema,
que saldremos todos escaldados, como les dice mi madre a sus novios,
apunta la hija de la bibliotecaria.
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