¡Feliz
Nochebuena tengan ustedes!, dice el politólogo en el bar del
barrio.
¡Igualmente
digo!, contesta la hermana del informático.
Cuidado
con la cena familiar de esta noche, tengamos prudencia y no caigamos
en discusiones vanas y desacato, advierte el marido de la fiscal del
barrio, que hoy está en casa, resfriada.
Brindaremos
con cava catalán, ¿no?, pregunta la sobrina de la peluquera.
Toda
prevención es poca: algunos espías anuncian que el cava catalán
contiene burbujas que se independizan y salen volando de la copa, y
te quedas sin cava antes del brindis, bromea la hija de la
bibliotecaria.
En
mi familia no celebramos la Nochebuena, sino el día de Navidad y de
Sant Esteve, con un buen caldo, pavo o pollo relleno, canelones,
turrón, neules (barquillos) y cava de Sant Sadurní, explica la
librera del barrio.
Si
quieren hacer una buena digestión nocturna, les recomiendo comer y
beber con mesura y no hablar del Pacto Nacional por el Referéndum
propuesto ayer, indica la vidente.
¡Ni
referéndums ni consultas, y resistencia al cava!, ¡todos con pavo
relleno, champán francés o aragonés y a la Misa del Gallo!,
exclama la cuñada del dentista.
La
“resistencia al cava” se parece a lo que el Papa Francisco
denomina “resistencia malévola” en el Vaticano contra las
reformas que él impulsa. Pero en este caso podríamos hablar de
“resistencia malévola” al cava, comenta el poeta romántico.
¡Será
por la “mala uva”!, ironiza el marido de la fiscal del barrio.
Pero,
señoras y señores, ¿en qué Navidad viven?, pregunta la nieta del
anarquista.
¿Y
no se celebra también la Misa de la Gallina?, pregunta el humorista,
entre risas y abucheos.
Señoras
y señores, ¡brindemos con lo que sea, y salud!, exclama la dueña
del bar descorchando una botella de “Codorníu”.
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