Tarde
o temprano habrá que elegir: legalidad y persecución
político-jurídica, o legitimidad y derecho a decidir, a votar,
comenta el politólogo del barrio.
La legalidad ante todo, no
confundamos a los ciudadanos, responde la cuñada del dentista.
¿Las
leyes fundamentales del Estado que duraron cuarenta años, es decir,
la legalidad de aquella dictadura, también era la legalidad?,
pregunta la sobrina de la peluquera.
No confundamos dictadura con democracia. Pero si somos rigurosos y legalistas, hay que decir que la legalidad es la legalidad mientras no haya otra legalidad que derogue a la anterior, advierte la fiscal del barrio.
No confundamos dictadura con democracia. Pero si somos rigurosos y legalistas, hay que decir que la legalidad es la legalidad mientras no haya otra legalidad que derogue a la anterior, advierte la fiscal del barrio.
Por
eso mismo, queridos, las guerras son legales para la legalidad de un
país cuando las declaran los gobiernos de ese mismo país, dice la
nieta del anarquista.
¿No
importa, pues, que sean dictaduras o democracias, la legalidad es la
legalidad, y por lo tanto la matanza, la destrucción, serán legales
según la constitución de esos gobiernos? ¡Increíble, un verdadero
horror!, exclama la hermana del informático.
“¡El
horror, el horror!”, como escribe Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas, indica la librera del
barrio.
La
vida es la vida, y si no estás conmigo, con nuestra legalidad, estás
contra mí, contra nosotros y nuestra legalidad, responde la hija de
la bibliotecaria.
Bueno,
no exageremos, tampoco se trata de perseguir a todo el mundo, las
leyes tienen un margen de interpretación jurídica que debe tenerse
en cuenta, apunta la fiscal del barrio.
¡Menos mal, ya me veía haciendo de perro saltarín o rebuznando en la pista, anulando mi legitimidad a ser el payaso principal del circo!, contesta el humorista.
Malos tiempos para el circo y la poesía, apunta el poeta romántico.
“Todo tiempo malo, puede empeorar”, decía mi madre cuando venía el casero a cobrar el alquiler de la casucha en que vivíamos, recuerda la vidente del barrio.
¡Menos mal, ya me veía haciendo de perro saltarín o rebuznando en la pista, anulando mi legitimidad a ser el payaso principal del circo!, contesta el humorista.
Malos tiempos para el circo y la poesía, apunta el poeta romántico.
“Todo tiempo malo, puede empeorar”, decía mi madre cuando venía el casero a cobrar el alquiler de la casucha en que vivíamos, recuerda la vidente del barrio.
Con
humor y cerveza, todo entra mejor, ¿no?, dice la dueña del bar...,
pero nadie contesta.
Viñeta: Ferreres
Viñeta: Ferreres
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