Encuentran 60 cadáveres, sin incinerar,
sepultados en el edifico del crematario de una funeraria de Acapulco,
un crematorio oxidado, una funeraria abandonada por los propietarios,
que al parecer se fueron después de haber cobrado la incineración
de los 60 cuerpos. Los vecinos lo denunciaron por el mal olor, comenta el politólogo del barrio.
La muerte tiene un precio en
Acapulco, como en todas partes, ya lo sabemos, pero encima ahora te
estafan, no sólo en vida, sino después de muerto, dice la nieta del
anarquista.
Los animales irracionales, gatos, perros, etc., por lo
menos no hacen estas cosas, dice la dueña del bar.
Con tanta
muerte, ¿bajará el turismo en Acapulco?, pregunta la sobrina de la
peluquera.
No creo, responde la cuñada del dentista. Bien
promocionado y con un buen cordón sanitario, puede ser un atractivo
turístico más.
Ya lo decía Quevedo, aquello de las cenizas y el polvo enamorado, indica la librera del barrio.
Señora, no sea pornógrafa y un respeto para las cenizas, advierte la fiscal del barrio.
Lo de polvo enamorado es una metáfora poética, la pornografía estará en su santa cabeza, contesta la librera.
A ver si la imputo, conmigo no se haga la chula, a ver si la imputo por calumnia!, exclama la fiscal del barrio.
Entre polvo, imputa e imputo, / el verbo anda hoy corrupto, rima el poeta romántico.
Cuidado, poeta, no rime tanto, que le van a dar con el Código en la cabeza o en otras partes!, advierte el humorista del barrio haciendo un gesto desvergonzado.
Menos paro, menos delincuencia y más consumo en la barra!, exclama la dueña del bar.
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