¿No
deben los poetas tener éxito, ser felices y tener roscón de Reyes?,
pregunta el politólogo al ver la cara triste, de payaso, del poeta
romántico.
Disculpe, pero es que estaba recordando el tambor de
hojalata y el arco y las flechas que me dejaron los Reyes Magos en el
comedor de casa, cuando tenía ocho años. Antes tocaba el tambor y
lanzaba flechas contra la pared, ahora lanzo poemas. Las flechas
están rotas, los poemas..., también.
¡Hombre, como en aquella
película, "Flecha rota"!, responde la dueña de
bar.
¿Poetas de éxito, poetas felices?, por favor, que no
estamos hablando de novelistas ni de pintores. El poeta, como todo el
mundo sabe y admite, debe ser un desgraciado toda la vida y ser
laureado después de muerto, como decía mi abuelo, que también
escribía poesía amorosa y nunca consiguió ser premiado ni
publicado, comenta la nieta del anarquista.
Sería un mal poeta,
el pobre. Anarquista y mal poeta, ¡vaya abuelo que tenías!, exclama
la cuñada del dentista.
¡Mal poeta lo será su pareja, que habla
más del cuñado que del marido!, replica indignada la nieta del
anarquista.
Niña, no faltes al honor, que en nuestra familia, a
Dios gracias, no hemos tenido anarquistas ni poetas que nos amargaran
las fiestas.
Pues
el novio de una amiga mía, que dice que es poeta o algo parecido,
tiene fama de salteador de caminos y de dar sablazos a derecha e
izquierda (pero no de sable, ya me entienden), informa la sobrina de
la peluquera.
Espero
que lo del sable no sea otra de esas picardías obscenas, advierte la
cuñada del dentista.
Si
denuncias hubiere, a más de uno se le caería el pelo o la melena o
los pantalones, y no es metáfora, responde la fiscal del
barrio.
"Pobre en dinero, rico en amores, / abogado de ricos,
mal de pobres, / la suerte de la fea, la guapa la desea, / dilo al revés para que lo entienda", canta la hermana del informático.
Me ha
dicho algún editor que hay novelistas ya formados, pero desconocidos
aún, que se apuntan a tallares de escritura para descubrir qué hay
que hacer y cómo escribir para ganar el Premio Planeta, el mejor
dotado de las letras hispánicas, comenta la librera del barrio.
¡Pero lo más divertido es que sus profesores andan buscando lo
mismo!, añade, riendo.
El mundo es un mercado y todos somos
mercaderes, en el que los poetas no cobran y van de iluminados y
sufridores con roscón de Reyes (el poema) de un lugar a otro,
intentando en vano ser considerados personas normales, como le
ocurría a mi abuelo, que siempre fue mal visto por la familia, trajera o no roscón de Reyes, confiesa la nieta del anarquista.
¡Niña, seguro que tu abuelo se veía más
rechazado por anarquista que por poeta, no manipulemos la historia!,
salta la cuñada del dentista.
A palabra necias, oídos sordos, responde la nieta del anarquista.
Gracias, hija, por echarme un guante, aunque esté
gastado por el uso, responde el poeta.
A palabra necias, oídos sordos, responde la nieta del anarquista.
Gracias, hija, por echarme un guante, aunque esté
gastado por el uso, responde el poeta.
La poesía es un tatuaje que te marca para siempre y luego ya es imposible borrarlo, como dice un antólogo, y esto es lo que le pasa hoy a nuestro poeta romántico, que tiene cara triste de payaso, añade la librera del barrio.
Pues mi madre tuvo novios que le traían el roscón de Reyes con poemas dentro del mazapán, en lugar de la famosa haba que te obliga a pagar el roscón si te toca, explica la hija de la bibliotecaria.
¿Qué pena, no?, ¡con poemas no se puede hacer un buen guisado de habas o "favada", como decimos aquí!, exclama la dueña del bar.
Si en el mazapán ponían poemas y a nadie le tocaba el haba, ¿quién pagaba el roscón de Reyes?, pregunta el humorista del barrio.
¡Cuidado con mentar a los Reyes, que no hay excusa ni dulce que valga si de la constitución del roscón se trata!, advierte la fiscal del barrio.
Pues mi madre tuvo novios que le traían el roscón de Reyes con poemas dentro del mazapán, en lugar de la famosa haba que te obliga a pagar el roscón si te toca, explica la hija de la bibliotecaria.
¿Qué pena, no?, ¡con poemas no se puede hacer un buen guisado de habas o "favada", como decimos aquí!, exclama la dueña del bar.
Si en el mazapán ponían poemas y a nadie le tocaba el haba, ¿quién pagaba el roscón de Reyes?, pregunta el humorista del barrio.
¡Cuidado con mentar a los Reyes, que no hay excusa ni dulce que valga si de la constitución del roscón se trata!, advierte la fiscal del barrio.
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