miércoles, 3 de octubre de 2012

¿EL SER HUMANO DESCIENDE DEL CHIMPANCÉ Y APRENDIÓ A HABLAR, O ES SÓLO UN MONO QUE ARTICULA SONIDOS MEJOR QUE EL CHIMPANCÉ?, HA ESCRITO ALGUIEN EN UNA PARED DEL BARRIO

Apalabrar, "emparaular, empalabrar el mundo", nos dice el antropólogo Lluís Duch. Hay que "empalabrar", apalabrar, reducirlo todo a palabra, dialogar con palabras auténticas y respetar la palabra dada, concertada. 
Palabra hablada, palabra escrita, dar la palabra al otro, escuchar atentamente, intercambiar palabras entre uno y otro, dialogar, conversar, pasar de las palabras de uno a las palabras del otro, combinarlas, crear nuevas frases, crear más lenguaje, que es más pensamiento, como decía Wittgenstein: los límites de mi lenguaje son los límites de mi mente, de mi mundo.
Y hay que franquear esos límites con más palabras, con más lenguaje, con más diálogo.
En filosofía, en literatura, en arte, en la vida cotidiana, en la vida política: 
"Parlamento", pero que el parlamento sea real, para hablar ("parlar, hablar", en castellano, "parlar", en catalán), para intercambiar palabras, pensamientos y acciones de futuro, y no un diálogo de sordos con palabras muertas, no habladas ni escuchadas y, por tanto, no dialogadas, cada uno con su discurso no escuchado, no atendido por el otro . 

1 comentario:

comentarios en Facebook dijo...

A Antonio Tello, Luis Nadal, Lurdes Fidalgo y 4 personas más les gusta esto.

Luis Nadal: Todo parece indicar que sí, que los hombres descendemos del mono. La evolución no tiene porque mejorar una especie.
Ya de joven, cuando intentaba imaginar la divinidad como algo absoluto que lo abarcaba todo, solo una cosa me quedó clara: que el hombre era una verruga de dios, algo inútil, molesto, que suele afear la imagen y que puede ser peligroso.
¿Las verrugas hablan?.