Martina Stein, Arte ruso
En el Arts Santa Mònica, de Barcelona, se expone hasta Septiembre una magnífica exposición de arte comtemporáneo ruso, titulada En un desorden absoluto, cuyas obras fueron presentadas y galardonadas con el Premio Kandinski entre 2007-2012. Instalaciones, cuadros, video-arte.
Un ojo grande que nos observa, que nos vigila, ¿el ojo público del Gran Hermano o de otro poder?, sobre un escenario de montones de periódicos deshojados, arrojados al suelo, formando un laberinto dominado por la pupila del gran ojo.
Una columna de heno que asciende hacia el techo del museo, como si quisiera atravesar los lienzos blancos tendidos arriba y salir al espacio libre.
Una fuente con varios grifos, que recuerda la Torre de Vladimir Tatlin. Un calle gris, misteriosa, con ropa tendida y una puerta cerrada al fondo, que no sabemos si pertenece al museo o a la propia obra instalada.
De pronto, nos encontramos con una serie de figuras cubiertas con mantos negros, postradas, orando, que asustan al visitante con su verosimilitud corporal y postración orante, mientras vemos símbolos y oímos rezos de distintas religiones.
O un policía tendido en el suelo, ¿estará muerto?, no del todo, ya que mueve las manos si accionamos un botón.
Un despacho de alguien que ha perdido las llaves (como en un poema de J.V. Foix), con varias mesas y sillas inclinadas (con un calcetín colgado en un travesaño inferior de cada silla), donde se reproducen exactamente los mismos objetos expuestos en cada una de ellas, (una taza de café, un tenedor apoyado en la taza en lugar de cucharilla, un sobre de azúcar derramado, lápices, un papel dibujado, unos dados tirados al mismo número, una pistola en un estante de la mesa, etc.).
Y Tolstoi, escribiendo en su despacho-gallinero, cubierto de excrementos de gallina, Tolstoi que nos mira, severo, como queriéndonos advertir que ha pasado de las mesas opíparas de las fiestas de la nobleza rusa a la mesa de campo de un gallinero (aunque las gallinas incordien a menudo desde arriba).
Y así sucesivamente a lo largo de toda la exposición, de sorpresa en sorpresa, de denuncia en denuncia...
El suplente del cronista
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