miércoles, 30 de mayo de 2012

CUENTO DEL AMANTE EFÍMERO (CON CITA NEOMARXISTA)



















Una tarde más, se paseaba tranquilamente por la calle, contemplando las últimas tendencias en vestidos y zapatos de las tiendas. Se detuvo frente a un escaparate y se admiraba de las nuevas formas y colores de las telas, de la moda extravagante de esta primavera, se dijo. Cuando alguien, de pronto, se puso detrás suyo y se reflejó en el escaparate, como si también su figura estuviera expuesta entre los vestidos. Se apartó un poco para que la figura recién llegada pudiera observar mejor el escaparate, y ya entonces comenzó de nuevo su fatalismo diario: se había enamorado otra vez de un figura desconocida.


Ésta era su desdicha, su tormento, enamorarse dos y tres veces durante los paseos, perdida la serenidad de espíritu y sin poder ver a gusto las últimas novedades en los escaparates de las tiendas.
Otra vez fatalmente enamorado, ahora seguía a cierta distancia a la desconocida, la acompañaba con la mirada extasiada, su perfil le recordaba a alguien, se dijo, cada vez más enamorado. Y así paseaban los dos, uno detrás del otro, de tienda en tienda, ignorando la desconocida que era seguida y amada fatalmente por un desconocido.

Ayer fue un día agotador, pensó él, mirando la espalda de la desconocida, que ahora apresuraba el paso y doblaba una esquina. Agotador, cuatro veces en una sola tarde, enamorarse cuatro veces en una misma tarde, y apasionadamente, una barbaridad para cualquier amante!, exclamaba, como una dialéctica amorosa, interminable, en tiempos de crisis, como le había comentado un amigo, se dijo, mientras la desconocida se paraba frente a otro escaparate y esperaba en la acera. Él la miraba desde la otra acera, disimulando con las hojas de un periódico.

Esta vez, sí, se había enamorado fatalmente, se decía sonriendo y pasando las hojas del periódico. Todo iba bien en su enamoramiento, cuando de pronto apareció un hombre en la acera de enfrente, se acercó al escaparate de la tienda y le dio un beso a la desconocida y se alejaron calle arriba. Él siguió a la pareja un rato, hasta que se cansó, desilusionado al ver los innumerables gestos y tonterías de la supuesta pareja de novios.

Desengañado, triste, fue en busca de consuelo en el escaparate de otra tienda, una zapatería que estaba cerca, en otra calle. Así distraía su pena, observando ahora los nuevos modelos en calzado femenino y masculino, hasta que una figura, situada detrás de él, se reflejó en el cristal del escaparte, otra figura, la figura de otra desconocida de la que, sin duda, ya comenzaba a estar fatal, perdidamente enamorado. Hacía un par de hora que paseaba y ya se había enamorado dos veces. Agotador, pensó una vez más, mientras ya emprendía el seguimiento amoroso de la desconocida, cuyo peinado rizado le recordaba a alguien, pensó, admirado, el amante efímero.


El suplente del cronista

1 comentario:

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Teresa Izqui, Maruchi Mañes Morales y 2 personas más les gusta esto.

Maite León Cortés: Muy bueno, Albert.