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Somos dos amigas, cantantes de ópera, que, siguiendo el consejo de las “cuatro amigas de la Sagrada Familia”, nos hemos comprado unas zapatillas deportivas, cómodas, para ir a ver la exposición sobre los “Iluminados catalanes”. Efectivamente, es una muestra muy interesante, pero agotadora por la cantidad de lo expuesto. Demasiada cantidad, ¿no? Para ir de los primeros visionarios catalanes (Llull, Verdaguer, Monturiol, Gaudí, etc.) a los últimos, nuestros contemporáneos, (Dalí, Brossa, etc.) hay una sucesión de salas y personajes y más salas, hasta que todo se vuelve un tanto monótono, repetitivo. Al finalizar el recorrido ya no sabíamos dónde estábamos. No sabíamos si nosotras, mareadas ya, también formábamos parte del inmenso catálogo de visionarios catalanes. También nos parece una desmesura que ya pongan en un museo a Pau Riba, a Sisa, como si ya fueran dos clásicos muertos iluminados.
Ahora nos gustaría saber el nombre del otro “iluminado”, el que dicen las cuatro amigas que no ha sido citado en este blog, pero que ellas lo han visto en la exposición. Santa vista y santa paciencia. Pero nos muerde la curosidad y nos gustaría conocerlo.
Ah, en nuestra escalera hay también un “iluminado”, un iluminado del barrio, pero este no escribe ni dibuja planos de submarinos, fuentes luminosas o templos religiosos, sino que se reúne los sábados con gente en torno a una mesa, y hablan con los muertos. No creo que su nombre esté nunca expuesto en un museo, ni vivo ni muerto, nuestro humilde pero elegante iluminado, y con éxito espiritista a escala de barrio, según cuentan.
Sobre el tema de Bob Dylan, la verdad es que sólo nos gusta de él aquella canción de protesta, “La respuesta está en el viento”, cuando era novio de Joan Baez y no hacía cosas tan raras con la voz y la guitarra eléctrica.
Las dos cantantes
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