domingo, 2 de noviembre de 2008

Más debate: LECTURA MINIADA DEL POEMA "DEA", DE PERE GIMFERRER






















Dalí, Venus y amorcillos

¿Poesía amatoria?, ¿poesía amorosa? En verdad no me parecen buenos adjetivos ninguna de las dos variantes. Sin duda no dicen lo mismo. Amatoria es excesivamente gimnástica, y amorosa adolece de una cierta ñoñería, y lo digo con esta palabra para acentuar más esa calidad de ñoño.

Amatoria alude más al acto, y amorosa descarna demasiado el acto dejándolo en una cortesía que no llega a rozar a la dama. Aunque los poemas de amor cortés no se privaban de la escatología. Ambas restan y ninguna suma. La una acentúa la vertiente combativa y la otra la amistosa. El equilibrio es difícil, no solo en poesía.
Al amor, cuando se trata de cantarle, no le conviene la forma descriptiva. Le sirve mejor la elipsis que tiene dos centros, como también le conviene la asíntota, por no consumada.


El amor, y tanto mas el deseo, se definen por la incompletud y la insatisfacción.
Pere Gimferrer en su poema Dea nos hace pasar, ya en el primer verso, sin transición –¿lo sabe él?– de la alcoba a la playa al describirnos el escenario donde va a alojar a su diosa; y si bien nos concede un respiro con la coma después de “estío”, nos deja sin aliento hasta el punto final del cuarto verso. Intentad leerlo en voz alta. ¡Qué prisa por abandonar el cuarto....verso!

No comienza mal: “cámaras y recámaras del estío”evoca el calor veraniego a través de la penumbra fresca de las habitaciones veladas, pero entonces, ¿porqué llamar así a las playas? De acuerdo que en las costas mediterráneas hay calas que pueden ser más o menos recogidas, pero ¿una cámara? Concedámosle que “maquinaria rosa de la tarde” para decir crepúsculo o atardecer tenga cierta gracia, aunque se haya dicho tantas veces. ¿Y las “cúpulas”? ¿Son las que se pueden intuir desde el Lido aunque el poema haya sido escrito en Niza?, ¿Las de las suecas de Es Trenc boca arriba o las de las mulatas de Rio boca abajo?


¿La “luz sulfurosa” insinúa que por allí anda el diablo por aquello de que la mujer es estopa?

El “estuco del mar que el azul pinta a rayas” es bastante preciso y limpio en su decir.
En el segundo cuarteto ya nos presenta a su deidad haciéndola aparecer .....de culo!!, advirtiéndonos de que ya no es una niña cuando nos dice que hace ya tiempo que las hayas han dejado de verdear (“Lejos quedó el solemne verdear de las hayas”). Si ya hace tiempo que el hayedo perdió su verde se supone que las “frutales nalgas” no son veraniegas sino, como mínimo, otoñales; y siendo así, la metáfora frutal y la imagen que nos trae quizá –eso depende de cada quien– de un melocotón suculento, se trueca en un fruto seco. Melocotón o castaña, el agotador deslizamiento metonímico hace finalmente reposar todo el cuerpo, después de un largo viaje desde las playas a los tapices mayas. El verso que concluye el cuarteto me sume en la confusión, ¿los pétalos de rosa caen de las hayas en el cielo/cuenco?
En el tercer cuarteto la “carne” se vuelve “celeste”, como Aída, y también "arcilla". ¿Se identifica aquí el poeta con el divino alfarero? En fin, ya sea de carne o arcilla, la señora brilla (“fulges como un verso de Hugo y de Rubén”, dice el bardo). Es una pena que no haya leído el conocido tratado de Víctor Darío sobre el pulido de los metales, tal vez habría conseguido hacerla refulgir. La epidermis camaleónica de madame esta vez se torna en oro –no será la última transformación– que se moja con las gotas, gotitas marinas que las olas hacen saltar al romper contra la orilla: “el oro de tu piel recoge en su gavilla los azules miniados que asaltan el arcén”.
Debo confesar que tuve un momento de hesitación con este arcén; como veníamos de paseo por playas y hayedos no supe, por un momento, si debía tropezarme con él o cobijarme a su sombra. El arce o arcén es, también, ese árbol tan bello que deja caer unas semillas con alas muy poéticas. La duda se resuelve en el tercer verso del primer terceto. Es sólo orilla.


Pero no es la orilla de la costa turca ni hay serrallo (“no es serrallo de Mozart ni carnaval de harén”), ni el cantor es el Belmonte mozartiano aunque el amo del cuerpo de la dama sea Tiziano (“tu cuerpo de Tiziano”) y que “la luz no mancilla”. Además, ¿porqué habría de hacerlo? ¿Acaso la bella tiene algún defecto que la luz puede revelar? Nuestro arrojado no-Belmonte no se detiene en la contemplación, nos hace saber que beberá literalmente de “la orilla de tu piel oceánica”, es decir, de allí donde la piel se hace orilla y se ahonda en profundidades rezumantes aunque, eso si, de “satén”. No creáis que habrá alguna defensa que no sepa batir, ¿quién se conformaría sólo per davant si hay una promesa per darrera? El culo de la diosa es ahora adarga áurea que se aparta complaciente para dejar expedito el “portón de lo oscuro” cuando su creador le dice: “Ven”. Supongo que todo el mundo recuerda la conocida canción que dice: “...si tu me dices ven, lo dejo todo”. Escudo o lo que sea ¡¡faltaría más!!

¿Y todo este despliegue de materiales naturales y/o manufacturados, aunque nobles todos ellos, para obtener qué? Un frío beso “con tus labios de plata”, que es todo lo que una imagen puede dar. Es el problema que plantea esta Dea que asemeja más bien una poupèe gonflable; otra cosa es el que plantean las mujeres de verdad. Hay ocasiones en que el silencio es el mejor homenaje.


Alejandro Gómez-Franco




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