lunes, 24 de noviembre de 2008

BREVEDADES A PROPÓSITO DE ROBERT WALSER

Robert Walser en uno de sus paseos diarios (Fot. C. Seelig)


Miquel Barceló



















Rosa Mª. Anguera, Ombres



Uno diría que Walser se consume mientras escribe. Esto requiere una explicación. Y al buscarla nos encontramos con una característica muy suiza de este escritor: la vergüenza. Se cuenta la siguiente historia de Arnold Böcklin, su hijo Carlo y Gottfried Keller: un día estaban setados en el hostal, como de costumbre. Su tertulia era ya conocida de hacía tiempo por el talante lacónico y hermético de sus integrantes. También esta vez los tres permanecían en silencio. Entonces, al cabo de mucho rato, el joven Böcklin hizo una observación: "Hace mucha calor". Transcurrido un cuato de hora, dijo su padre: "Y sin viento". Por su parte, Keller esperó otro rato; después, se levantó exclamando: "No quiero beber entre charlatanes". La vergüenza campesina de hablar, fijada aquí en una ocurrencia excéntrica, es propia de Walser.

(...)

"Me horroriza la idea de que yo pudiera tener éxito en la vida", dice Walser parafraseando el monólogo de Franz Moor (personaje de Schiller). Todos sus héroes participan de este horror. ¿Por qué? No por aversión al mundo, por resentimiento moral o patetismo, sino por razones puramente epicúreas. Quieren gozar de sí mismos, y poseen una rara habilidad para conseguirlo. También poseen una nobleza extraordinaria (...). Esta nobleza infantil de los personajes de Walser se asemeja a la de los cuentos, donde los personajes emergen también de la noche y de la locura, del mito(...). Pero Walser comienza donde los cuentos finalizan. "Y si no están muertos, todavía hoy viven". Walser muestra cómo viven.

Walter Benjamin, Robert Walser

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CARL SEELIG PASEANDO Y HABLANDO CON ROBERT WALSER, EN UNA DE SUS VISITAS AL SANATORIO, DONDE EL ESCRITOR ESTUVO RECLUIDO HASTA SU MUERTE EN LA NIEVE

-¿Y no le gustaría a usted ir a Turquía?

-¿No, merci! A uno también le pueden suceder las mismas cosas que a un turco en otros lugares, incluso quizá más que en Turquía. No quiero ir a ninguna parte. ¿Para qué necesitan viajar los escritores mientras dispongan de imaginación?

Añado, como de pasada:

-Encontré ese punto de vista en uno de sus libros, en que dice: "¿Acaso la naturaleza viaja al extranjero? Contemplo los árboles y me digo que si ellos no se van, ¿por que no he de poder yo quedarme también?"

Y Robert dice:

-Sí, el viaje sólo es importante en sí mismo.

(Hay una trad. al castellano, de Carlos Fortea, de este documento de Carl Seeling, Paseos con Robert Walser, Ed. Siruela, Madrid, 2000)


Un bibliotecario en paro

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