sábado, 13 de enero de 2018

HAY CEPILLOS DE REBAJAS, AMARILLOS Y DE OTROS COLORES


¿Se han dado cuenta? Ahora está de moda dar abrazos que parecen auténticos cepillos, que te cepillan la espalda durante media hora, comenta la hermana del informático.
¡Mientras no te cepillen la cartera!, exclama la dueña del bar.
Mucho abrazo y luego te apuñalan por detrás, indica la vecina taxista.
Mi madre, por ejemplo, se cepilla un novio cada mes y no pasa nada, ella sigue tan fresca como una flor, apunta la hija de la bibliotecaria, riendo.
¡Vaya descaro, qué ejemplo!, censura la cuñada del dentista.
Hay cepillos y cepillos, para el polvo de los vestidos y de los zapatos, para el cabello, el cepillo o escobilla para suelos y lavabos, el cepillo de los dientes, el cepillo del carpintero, teníamos también el cepillo de las iglesias y los cepillos de las mesas petitorias del Domund, del Día del Cáncer y el Día de la Banderita o de la Cruz Roja, y un nuevo cepillo, vía impuestos generales, como en Dinamarca o Suecia, un cepillo que habrá que inventar para substituir a la hucha rota de las pensiones de este país, y dejar de torturar a los pensionistas sobre si las cotizaciones a la Seguridad Social suben o bajan según el nivel del paro y otros sadismos económicos, explica con energía el periodista en paro.
No me extraña que esté usted en el paro con estas ideas tan subversivas y a golpe de cepillo, replica el tendero de la esquina mientras se toma el segundo carajillo de "Ron Pujol", ah, no, perdón, de "Ron Negrita", bromea alguien.
Dicen que más de uno quiere cepillarse al vecino ruidoso de arriba o de abajo, dice la vidente del barrio.
Esto también ocurre en los trabajos y en la política y en medio mundo: ¡en cuanto te descuidas te cepillan!, advierte el politólogo.
Dime de qué democracia presumes y te diré quién eres, canta la nieta del anarquista.
Mientras no llegue la sangre al río..., canta el poeta romántico del barrio.
¡Muy cantarines y copleros están hoy!, dice la dueña del bar.
¡Cepillo que te cepillo, a ver si te pillo!, canta la sobrina de la peluquera.
¡Quien canta, su mal espanta!, exclama el humorista del barrio.
"Pues en mi casa tengo el cepillo amarillo / dentro de un pequeño submarino amarillo / que surca las aguas del Río Amarillo / para cepillar amores bajo la luna amarilla", canta la sinóloga del barrio.
¡Oiga, no sea tan descarada ni amarillenta!, replica la cuñada del dentista.


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