viernes, 2 de enero de 2009

SORPRESA: POETAS BAJO LA TORMENTA

Walter Klemm, El puente














Debo decir que me siento sorprendida ante la cantidad de opiniones diversas sobre la autenticidad en la poesía y en los poetas. Hay cosas que no acabo de entender. Se habla de la calidad de un poema sin importar la calidad de la persona del poeta: una persona falsa puede escribir un poema auténtico, y una persona sincera puede escribir un poema falso. No lo entiendo. ¿No importa quién escriba el poema? ¿A tanta autonomía, a tanta independencia a llegado el poema, que éste puede ser "auténtico" aunque su autor sea un malvado, un falsario, un hipócrita, un mal sujeto? El sujeto-poético, como dice mi profesora, ¿no tiene nada que ver con el sujeto-persona?

Esto, señores, es formidable: puedo llegar a ser una gran poeta aunque sea la persona más repugnante y malvada y estafadora de la tierra. No sabía que en la poesía hay estas ventajas sociales que, en principio, no se permiten en otros órdenes de la vida, en otros oficios: política, medicina, arquitectura, banqueros, policías, administradores de fincas, carniceros, bodegueros, pescateros, zapateros, sastres y modistas, fabricantes de conservas, laboratorios químicos, farmacéuticos, asesores fiscales, laborales, etc. A todos estos señores se les exige que sean, por lo menos en principio, honrados (aunque la realidad después sea otra). En cambio a los poetas no se les exige honradez, autenticidad. Si escriben un buen poema, todo les será perdonado, como en la confesión católica, y subirán al cielo de los creadores.

Me apunto a este "chollo" social y divino, y haré todo lo posible por escribir un buen poema después de hacer cualquier "perrería" (con perdón de los perros).

Una joven compositora

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