lunes, 8 de diciembre de 2008

Pocos cuartos y muchas...


Apreciada pensionista RR, deberás disculpar mi machismo cultural que te ha otorgado trato de varón cuando tú, a ti misma, te das trato de mujer. Son esas inercias que hacen tan bien en recriminarnos. Mea culpa. La cuestión de los premios, ya que habamos del asunto, es un mecanismo más del engranaje industrial del libro. Tienen muchas cosas a favor: animan las ventas (lo que no es malo, sino todo lo contrario) y de vez en cuando sitúan en un lugar más visible autores que realmente valen la pena, dado que los editores cada vez tienen menos recursos para conseguir que los libros que editan también existan en la realidad. Tienen en contra todo lo que se deriva de las tentaciones no convenientemente mantenidas a raya: jurados que se premian a sí mismos, editores que aprovechan el dinero público de un premio institucional para dar los adelantos que no pueden pagar para atraer autores, escritores que se dejan lo que haya que dejarse por ganar un premio. En este último capítulo me ha impresionado el caso de Jaime Siles, que en la misma semana ha ganado dos premios muy bien dotados económicamente, pero pésimamente editados, es decir, con escaso prestigio literario. ¿Será el dinero un factor más importante que el prestigio del poeta? A eso exactamente me refiero cuando hablo de tentaciones. Un poeta como Siles puede publicar sus libros en editoriales de prestigio, pero acaso cobrando mucho (muchísimo) menos de lo que va a percibir por los premios. El dinero, pues, parece el factor determinante de la decisión. Y poner el dinero delante de cualquier valor literario es siempre (creo que por principio), ceder a su tentación. Cuando eso ocurre, ¿Por qué no hablar de ello? O cuando los escritores que la crítica mima —no por su bondad literaria sino por otras bondades— desilusionan con una obra aburrida, repetida, retrógrada... ¿por qué no decirlo? Cuando es ensalzado por la sociedad literaria lo carente de riesgo, lo convencional, lo que agoniza... ¿por qué callarse, apreciada RR? Que se callen los aduladores. Nosotros, en nuestra pobre pensión disponemos de pocos cuartos pero con muchas cucarachas: todas ellas, absolutamente todas, del linaje de Clarice Lispector y Franz Kafka.

CC

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