Foto. J.X.
Fue
de una calle a otra, de tienda en tienda, preguntando si sabían de
alguna habitación para pasar la noche. Le respondían que aquel
barrio no era turístico, que no encontraría hoteles ni pensiones.
Después
de una búsqueda desesperada, inútil, para conseguir una habitación y
estar lo más cerca posible de ella durante las noches, regresó al
hospital, agotado.
Ella
le estaba esperando con los ojos muy abiertos, como indicándole que
no buscara más una habitación donde pasar la noche. Había muerto.
Le cerró los ojos, le acarició unos instantes el lugar del dolor
que la había matado, le dio un beso y avisó a las enfermeras.
No
se sabe a qué bosque huyó cuando ella abandonó la habitación,
antes de que entraran las enfermeras.
Ramas
de hierbabuena e hinojo salieron tras ella, perfumando la huida, el
abandono.
En
la escalera del hospital, barras de hielo incrustadas en las paredes, se derriten, gotean e impiden la visión a través del hielo.