"¡Que
me quiten los bailao!, yo he leído todo lo que guardo en un
armario", decía. ¿Todo?,
pero, ¿cuántos libros podía guardar en su armario? ¿De verdad que
los había leído todos, como decía?, le preguntaban los vecinos,
intrigados. "¡Que me quiten lo bailao!", respondía él.
"¡Que
me quiten lo bailao!", repetía él, que seguramente no sabía
que era el título de un tango que Miguel Bucino compuso en 1942. Al
llegar la noche, se encerraba en su habitación,aunque vivía solo,
no respondía a ninguna llamada telefónica y, una vez más, abría
su armario, el armario de su vida y, bajo una lámpara de luz cálida,
volvía a mirar todos los tebeos que había comprado, robado,
cambiado y coleccionado desde su infancia.
Todos los tebeos que le
enseñaron a mirar, a leer, y donde descubrió las colecciones de Vidas Ejemplares y Vidas Ilustres, las vidas de filósofos como Sócrates ("Escultor de hombre", anunciaba el subtítulo), de poetas como Francisco de Quevedo, Lope de Vega, San Juan de la Cruz,
Sor Juana Inés de la Cruz, Rubén Darío, Leopoldo Lugones, Amado
Nervo. Y otros escritores, Herman Melville, Mark Twain. Michel de Montaigne, Balzac,
Alexander Pushkin, Tolstoi, Dostoievski, políticos como Gandhi, músicos y pintores como Beethove y Gauguin, e incluso
Le Corbusier, además de muchos científicos y semblanzas de innumerables santos y santas, todos publicados por la Editorial Novaro,
de México.
Vidas
ejemplares de tebeo, vidas ejemplares e ilustres que te acompañaban
cuando tenías un resfriado o te enyesaban la pierna rota, sentado en
la cama, soñando con todos los tebeos y cuentos del mundo, lejos de
la vida cotidiana, ausente, viajando entre palabras mágicas y naves
del futuro, héroe de todas las aventuras y de todos los sueños,
atravesando el espacio sideral de tu habitación, el mundo
desconocido.