Foto: J.X.
Aquel día había bebido unas cervezas de más,
se subió a una silla del bar
y proclamó:
“No hay amor
sin dolor.
El amor sólo puede
comenzar a existir
cuando, al principio,
te despedaza por dentro
y te va consumiendo.
Cuando, lentamente,
órgano a órgano,
pieza a pieza,
ese amor que principia
se alimenta de ti
y ocupa el lugar
de las entrañas vacías.
Pero será, todavía,
un amor iniciático,
no el verdadero amor.
Sin corazón, sin alma,
sin sentido,
ese amor, sin embargo,
ocupará el vacío de tu cuerpo,
largo tiempo.
Moldeándose día a día,
se irá formando
otro corazón, otra alma,
un amor sentido
en el cuerpo vacío,
dentro de ti.
De este modo,
habrá crecido,
en todos los sentidos,
más allá de la vida y la muerte,
la entraña del amor.
Un amor
arrebatado a la nada,
donde el ser, al fin,
será
amada y amado.”
Así acabó su proclama,
subido a una silla del bar,
de la que se bajó
tambaleándose,
este amigo solitario,
defensor de un proceso amoroso,
un tanto confuso y místico,
a decir verdad,
pero dicho con voz
(Algún día, por cierto.
si no lleva cuidado,
se torcerá el pie
al bajar de la silla,
y no sabemos
si, entonces,
el espíritu del amor
también se torcerá.)

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