Foto: J.X.
Mientras
caminábamos de noche,
por calles angostas y oscuras,
me cogía del brazo,
triste,
y me confesaba:
“Hay un nombre
que me quema la boca.
Las letras de su nombre,
aunque no lo pronuncie,
me arden en la lengua,
me queman los labios.
Es el nombre de un amor.”
Cuando el amigo y yo
nos decíamos adiós,
la hiedra
se agarraba
a las paredes más oscuras.

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