viernes, 30 de diciembre de 2022

UN CUARTO DE SONRISA

Foto: J.X.

Cuentan que ya de joven no sonreía con una sonrisa entera, ni con media. Esbozaba tan sólo un cuarto de sonrisa.

En esta vida, decía, con un cuarto de sonrisa es más que suficiente para demostrar que estás vivo y sigues encajando los golpes bajos, los que vienen de aquí y de allá, y, los más peligrosos, aquellos que no sabes de dónde provienen.

Pero ahí estaba él, como buen fajador, con ese cuarto de sonrisa encajando los golpes más bajos.

Cuentan que el frío agujereó, primero, su piel, la carne, y después atravesó los huesos, las entrañas, hasta que todo el frío le entró en el alma.

Se abre la tierra y el fondo del mar.

Cuarteada la tierra, agrietado el mar, emergen de las heridas abiertas unas flores rojas, como gotas de sangre enamorada que, enraizadas en las grietas de la tierra y el mar, florecen y resisten la caída del vacío apocalíptico sobre el mundo.

miércoles, 28 de diciembre de 2022

AÑOS DE CLAUSURA

Foto: J.X.


Cuatro años encerrado en casa.

En silencio de clausura.

Cuatro años ya, enclaustrado, con la novia muerta a su lado. Fuera y dentro. Alrededor, y dentro de casa. Dentro de él, la novia muerta. Ambos enclaustrados.

¿Cabe añadir más palabras? Quizá más tarde, mañana. Después de cumplir cuatro años de encierro, con ella a su lado. Fuera y dentro.

Saldrá a la calle, irá a otro lugar, a otra casa.

Con ella dentro. Alrededor y fuera, con ella dentro.

Se oye una voz en el bosque: “Quienes se hayan amado y hayan muerto enamorados, aunque estén lejos el uno del otro, se reconocerán en las puntas de los cristales rotos, pese a la vida, pese a la muerte que los desfigura entre las flores y bajo las raíces y los hace irreconocibles.” 

Así lo canta y lo cuenta la leyenda de un trovador anónimo enclaustrado.


sábado, 24 de diciembre de 2022

LEJOS, MUY LEJOS DE ESTE MUNDO

 Foto: J.X.

Hoy estoy lejos, muy lejos, en un lugar remoto. Lejos, muy lejos de este mundo.

Estoy en otro lugar, dice cuando se anima y habla en el bar.

Lejos, muy lejos, hay un bosque donde una comunidad de espíritus convierten la sangre derramada en sangre enamorada.

Y celebran oficios de epifanía, ceremonias secretas a las que asisten los enamorados vivos y los enamorados muertos.

Allá se citan, para celebrar sus bodas, vivos y muertos.

Citas de novias muertas o vivas, y de novios muertos o vivos, que se visitan unos a otros. Que permanecen enamorados pese a la muerte, y se reencuentran allí, en ese bosque de los espíritus donde se celebran bodas misteriosas, vivificantes. Lejos, muy lejos de aquí, lejos de este mundo.

Allá no se tienen en cuenta, son infringidas, las leyes del amor al uso, tradicional.

¿No hay también separaciones, divorcios?, pregunta un cliente socarrón del bar.

Sí, también hay desuniones, pero se citan en un lugar más apartado del bosque. Un lugar escondido que visito a veces, cuando no estoy ocupado observando los preparativos de boda entre los vivos y los muertos.

Todo eso acontece lejos, muy lejos de este mundo. En el bosque de los espíritus, donde vivos y muertos, enamorados, conviven pese a la vida, pese a la muerte. Y donde toda la sangre derramada se vuelve sangre amorosa, y florece de nuevo en la tierra. Flores de sangre enamorada.

Se apagan las luces del bar, y salimos a la calle nocturna, cada uno por su lado, unos hacia arriba, otros hacia abajo.

Hasta que alguno de ellos cruzará la última calle y saldrá al camino que conduce allá, al bosque, lejos, muy lejos, al bosque de los espíritus.


viernes, 23 de diciembre de 2022

LA INCREÍBLE HISTORIA DE UN ESPACIO VACÍO EN LA CIUDAD

Foto: J.X. 

Era un “sin techo”. Vivía sin techo.

En su caso, no era por carecer de vivienda, sino por haberse trasladado a una residencia que había estado, y seguía estando, en reconstrucción -según los planos de la ciudad que aparecían en el ordenador de la oficina de empadronamiento.

Una casa que aún no podía constar en el padrón municipal, puesto que la casa, la residencia, o lo que fuera -el funcionario se iba exaspeando ante la insistencia de él- figuraba como un espacio vacío en el registro de viviendas de la ciudad. Por lo tanto, él no podía vivir donde decía que vivía, porque hubiera sido como residir en el vacío, sentenció el funcionario.

Eso sí, mientras tanto, podía registrarse en el domicilio colectivo oficial, burocrático, del Centro Cívico que le tocara en suerte, según el barrio, según el espacio vacío en el que decía vivir. Registro domiciliario creado justamente para los “sin techo”, aunque no fuera en realidad el domicilio de ninguna vivienda concreta.

Allí, pues, constaría -como es su derecho y su deber- que está empadronado en la ciudad. Podría recibir, a su nombre, notificaciones del Ayuntamiento, como la de la tarjeta rosa. Incluso, durante unas elecciones, le llegarían por correo las papeletas de propaganda de los partidos políticos, y la tarjeta del censo para ir a votar en el Colegio Electoral que le correspondiera. Pero le recordaban, una vez más, que no se confundiera: no era el domicilio de una vivienda, no era un domicilio para ir a vivir, sino el domicilio colectivo, burocrático, para los “sin techo”, para los que no tenían un domicilio propiamente dicho y residían en un espacio vacío de la ciudad.

Al volver al espacio vacío donde él oficialmente vivía, preguntó y le respondieron que eso ocurría por falta de una firma: la firma de un arquitecto municipal, el denominado “visto bueno” que diera por finalizadas y bien hechas las obras de reconstrucción de la casa.

Con el tiempo, todo se arreglaría. No importaba los años que pasaran, pues continuaría viviendo en un espacio vacío que, por lo menos, no carecía de techo físico, aunque no pudiera registrarse como vivienda.

Era, pues, en definitiva, un “sin techo”, pero viviendo en un espacío vacío que tenía un techo extraoficial.


miércoles, 14 de diciembre de 2022

VIDA DE ESPÍA, VIDA DE POETA

Foto: Judith Xifré, "Ojos, mano mecánica y balcón en el espejo retrovisor de una motocicleta"

Su vida fue una serie de aventuras constantes de espionaje, y un desastre existencial, un absurdo, me comentaba un amigo común aficionado a leer novelas de Albert Camus y de Cesare Pavese, y que había leído no sé cuántas veces La náusea, de J. P. Sartre. 

¿Qué espiaba? Nada que tuviera que ver con la política ni con sus agentes secretos. Era sólo un aprendiz de espía.

Ya espiaba de niño. 

En su propia familia, al robar unas monedas del bolso de su hermana pequeña, ocultó el objeto del delito (el bolso) en las alturas misteriosas de un armario. Casi al instante sospecharon de él, y, si bien no se atrevieron a declararlo culpable por falta de pruebas (el bolso se descubriría muchos años después, cuando apenas quedaba memoria de aquel delito infantil), ya desde entonces fue un sospechoso habitual, dentro y fuera de la familia.

En la escuela, en cualquier trabajo, también en el amor y en la amistad, no podía evitar sentirse y ejercer de espía contradictorio y caer en el delito de desear lo ajeno. Aun teniendo buen corazón, como decía la defensa de su madre, se sentía tentado por la belleza ajena, por la belleza que no le correspondía dados sus antecedentes.

Y así fue de mal en peor, una caída tras otra.

Toda esta experiencia detectivesca, escrutadora, angustiosa, le condujo por caminos y atajos, o, mejor dicho, por calles y callejuelas brumosas, hasta la vida secreta de la poesía y el arte, y, unos pasos más allá, a la vida mística. Finalmente, se puso a componer sus propios poemas, su propia música (al principio, más caótica y ruidosa que musical).

Sería, pues, poeta, se dijo. Pero, eso sí, un poeta espía, escrutador de malentendidos, soledades y angustias dolorosas, sonoras. Poeta espía.

Así fue, hasta que la muerte de otra persona, la persona que más quería del mundo, puso coto vedado a sus aventuras de espionaje, y comenzó la expiación, su expiación.

Comenzó a expiar el mal que sus aventuras de espía doméstico, sus investigaciones de estar por casa y sus poemas y canciones desesperadas, hubieran podido causar. Es verdad que sus aventuras no traspasaban el límite. Con todo, si alguna vez había infringido el límite y había traspasado al otro lado, al lado prohibido, había sido por pura ignorancia. Nunca dejó de ser lo que se llama un niño travieso. Demasiado inquieto y amante del riesgo, como en algunas películas y tebeos.

No obstante, superada la niñez y dejando atrás, con rasguños y golpes bajos, los misterios iniciáticos de la juventud, hay travesuras que hieren o matan. Que ya no son travesuras, en realidad, sino tragedias del cuerpo y del alma. Pero esto no lo supo sino mucho tiempo después, cuando la muerte le dio un último aviso sobre el delito más grave de su vida: no haber amado lo suficiente.



lunes, 12 de diciembre de 2022

VISITACIÓN

Foto: J.X.

Cada visita al bosque de las novias muertas era un acto amoroso.

Como una devoción amorosa que ascendía de las profundidades y florecía en la tierra. 

Como una flor renaciendo una y otra vez en un extremo del misterio de la vida.

"Nunca te abandonaré. Pensaré siempre en ti", concluía, y no hablaba más en toda la cena, en un bar casero del barrio.

domingo, 11 de diciembre de 2022

EL SILENCIO DE LA EXPIACIÓN

 Foto: J.X.

Pidió otra cerveza y un triángulo grueso de tortilla de patata.

Hacía mucho frío en el bar. En invierno tenían abierta una de las dos puertas, y en verano lo abrían todo, las dos puertas y una ventana del fondo, con la consiguiente corriente de aire que él no soportaba ni en verano.

Al terminar de beber la segunda cerveza, necesitó escupir en el pañuelo. Lo hacía lo más discretamente que podía, utilizando estrategias de ocultamiento que había ido aprendiendo, con trabajo y dolor diarios, a lo largo de su vida.

Sin embargo, en esta ocasión, una niña, que estaba con sus padres en otra mesa, descubrió lo que él estaba haciendo. Mirándola, intentó disculparse mediante una sonrisa. La niña no decía nada. Él tampoco podía decir nada. Era el silencio perenne de un vagabundo. Sin habla. Volvió a sonreír a la niña. Como un silencio de expiación por haber escupido en el pañuelo. Sin habla.

miércoles, 7 de diciembre de 2022

UN JARDÍN APARTADO

Foto: J.X. 

De vez en cuando nos veíamos en rincones de bar. Apenas nos saludábamos. Pero nos sentábamos juntos, uno frente al otro.

Él me sonreía como si fuera un niño triste. Sin embargo, él consideraba que el niño triste era yo.

Así, pues, terminábamos concluyendo que ambos éramos unos niños tristes. Y ya dejábamos a un lado la infancia y la tristeza.

Era entonces cuando se animaba y me lo contaba otra vez.

Todo el peso del mundo -me decía-, puede ser un peso leve si lo cultivas en un jardín apartado, hermético, y dejas que las plantas florezcan tan sólo de noche, sin presencia humana.

El suyo, el jardín que él había plantado cuando se quedó solo, sin familia, se lo quemaron unos desconocidos que descubrieron la entrada secreta al jardín.

Desde entonces, se escondía en rincones de bar, donde a veces nos encontrábamos al azar y nos sentábamos juntos.

viernes, 2 de diciembre de 2022

LA FLORISTERÍA

 Foto: J.X.

Entró en la floristería y pidió la flor más bella.

Le dijeron que no tenían esa clase de flor, ni la conocían siquiera.

No preguntó más y compró un ramo de margaritas, sí, aquellas mismas, las de color amarillo, dijo.

Cuando se dirigía en autobús a la estancia donde ella reposaba, unas ramitas secas, rotas, se fueron desgajando del alma (un alma que no era la de él) y cayeron en el ramo de las margaritas amarillas, que se fueron convirtiendo en las flores más bellas.

Eran flores para la novia muerta.