Foto: J.X.
El novio de la novia muerta dobla una esquina y tropieza con un desconocido, que resulta ser -como sabrán después de las primeras disculpas por la torpeza de ambos-, otro novio de una novia muerta.
Primero se miran a los ojos. Les sorprende la tristeza de cada uno en la mirada. Una desolación semejante. De ahí tal vez ese arrastrar los pies, esa torpeza con que andan por la calle, se dicen el uno al otro.
Sonríen.
Ahora ya comparten palabras de duelo. Recuerdos de encuentros y desencuentros amorosos. La soledad. La tristeza y la últimas flores.
Una flores que, sin embargo, nunca se marchitan, dicen. Porque son las últimas flores.
Desde entonces, desde que los dos novios viudos comparten la ternura y las últimas flores, se ha mantenido el amor imposible de ambos y la presencia perfumada de las dos novias muertas.
ResponderEliminarNo hay nada que una más que el haber pasado, o estar pasando, por el mismo dolor, las mismas ausencias, los mismos deseos de reencuentros...