Foto: J.X.
En el balcón hay una planta cuyas flores se deshojan al menor soplo de aire.
Recoge unos pétalos que hay en el suelo. Los acaricia.
Con la punta de los dedos, toca la suavidad, la delicadeza de estas flores que se deshojan enseguida con el aire.
Con la punta de los dedos, toca la ternura que se oculta en la tierra de esta maceta cuyas flores son tan frágiles.
Son sus flores, las de este balcón, son las flores de la novia muerta.
Unos días después, apartó las macetas y se arrojó por el balcón. Era un segundo piso y tuvo la mala suerte de sobrevivir, como decía él mismo. Pero quedó cojo de la pierna derecha. Así pues, ahora, para mayor tragicomedia, viviría cojeando.
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Cuando vuelvo a casa, abro el balcón y veo una estrella fugaz.
Hay unos pétalos en el suelo del balcón. Imito al personaje del poema que me ha ofrecido el compañero del bar, y con la punta de los dedos toco los pétalos caídos, la flor, la tristeza. No aparto las macetas.
Comentario de "Una lectora del barrio":
ResponderEliminarBuena decisión la de no apartar las macetas. Aunque los pétalos de alguna flor vayan cayendo a la menor brisa, el deseo de la novia muerta es que sigan ahí, en el balcón, mientras ella espera y sabe que tendrá compañía cuando llegue el momento.